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Lecciones de dinero de una madre sacrificada (Parte 2)
Es importante comentar que cuando nuestros niveles emocionales están muy altos, nuestra capacidad de comprensión (y compasión) están muy bajos. El tono en que respondemos no va a cambiar el mensaje, pero si va a cambiar su efecto. Esto lo aprendí de mi papá (y ahora de mi novio), con quienes he aprendido y reforzado la importancia de discutir los temas álgidos desde la calma, para que el mensaje se comprenda y sea efectivo. Cuando una madre está hablando acerca del dinero que hay o no hay con su hijo, debe chequear que la emoción sea la correcta.
Joselyn Quintero

23 Jul, 2016 | La semana pasada hablamos acerca de la cultura de madres sacrificadas y cómo esto genera culpabilidad en los hijos. También vimos que la culpabilidad se puede convertir en 2 caminos opuestos pero igual de dañinos: vivir en el “no me lo merezco” porque mi placer representa el sacrificio de alguien, y el “lo obtengo como sea” porque no es justo que siendo tan buenos, nos vaya tan mal. Finalmente, te prometí que esta semana hablaría de tres formas de enseñar a los niños acerca del dinero, incluso cuando hay poco o nada. Comencemos.

Es importante comentar que cuando nuestros niveles emocionales están muy altos, nuestra capacidad de comprensión (y compasión) están muy bajos. El tono en que respondemos no va a cambiar el mensaje, pero si va a cambiar su efecto. Esto lo aprendí de mi papá (y ahora de mi novio), con quienes he aprendido y reforzado la importancia de discutir los temas álgidos desde la calma, para que el mensaje se comprenda y sea efectivo. Cuando una madre está hablando acerca del dinero que hay o no hay con su hijo, debe chequear que la emoción sea la correcta.

La ironía también se aprende

Supongamos que tienes apenas 4-5 años y que pasas la mayor parte del tiempo viendo en la tele a tu superhéroe favorito, día tras día. En tu mente de niño creativo, sueñas con llegar a conocerlo. Un día, vas por la calle con tu mamá tomada de la mano, y pasan justo frente a una juguetería. En un segundo de iluminación ves a ese súper héroe con el que tanto fantaseas, justo ahí parado, en la vitrina. Mide sólo 30 centímetros de alto y está a la venta. Tú, en la total ilusión, le dices a tu mamá: “Mira mamá, mi súper héroe favorito… ¡Cómpramelo!”. Tu madre, que va pensando en lo que tiene o no tiene, los problemas del país o lo rápido que debe llegar a donde van, sólo atina a decirte: “¿Tú crees que yo tengo un banco o que voy al baño a ##gar dinero?... no, no hay dinero para eso”.

Recordemos que los niños tienen un nivel de imaginación muy grande, y su capacidad de imaginar lo que le dices es lo que le permite aprenderlo y aprehenderlo. Lo que para ti es una simple frase repetida (porque a ti también te la dijeron), se convierte en la herencia que vas sembrando en la mente de tu hijo. ¿Cuál es la forma más adecuada? Tomarte al menos dos minutos, frente a la vitrina con tu hijo, para entender por qué eso es importante en su mundo, cuánto cuesta y, acto seguido preguntarle: ¿Cómo podemos hacer para comprarlo? Así estarás poniendo de tu lado algo que nunca nadie te enseñó: buscar formas de generar ingresos con propósito placentero.

Esta lección la aprendí a los 11 años, por mis propios medios, cuando reuní dinero entre toda mi familia para comprar la Familia Corazón, una edición especial de las muñecas Barbie... Algo que aún sigo teniendo en su cajita original, y que nos lleva al siguiente punto:

Habla de valor, no de precio

Juan, un niño de 6 años y con talento para el fútbol, le pide a su mamá que le compre un balón para poder jugar con sus amiguitos del barrio. Su madre, soltera y con ingreso mínimo, sólo atina a responderle: “¿De dónde voy a sacar para comprarte eso que es tan costoso? Yo no tengo dinero para eso, mejor estudia y cuando seas grande te lo compras”. Juan entonces recibe una lección de finanzas: las cosas que quieres cuestan mucho y sólo las puedes tener cuando seas grande.

Hay una diferencia abismal entre valor y precio, pero la sociedad nos ha entrenado para hacernos ver que son lo mismo. Este tema les ha tomado décadas a las personas para comprenderlo. Obviamente, si tú todavía no lo tienes claro, es necesario que te pongas en acción para aprenderlo y así transmitirlo correctamente. Aquí te doy un lineamiento básico para diferenciar valor y precio:

El precio es lo que la persona que vende el producto desea recibir por éste, mientras que valor es la apreciación y utilidad que tú le vas a dar a eso en tu vida. No existe “costoso” en algo que es muy valioso para ti. En el ejemplo anterior, Juan no estaba pidiendo un balón profesional, sino un balón para jugar con sus amigos…. Y eso puede obtenerse de dos formas: un balón sencillo comprado en una tienda o un balón usado casi nuevo de alguien que lo esté vendiendo porque ya no lo usan o porque nunca lo usaron. Cuando enseñas a comprar por valor, tu hijo podrá tener lo que desea de forma ética y sin sacrificio.

Enseña la gratitud sin culpa

Una de las cosas que más me cuesta en la vida, es dejar comida en el plato. No importa si me siento llena, o si estoy comiendo por cortesía: me lo como todo. Esto sé con claridad que viene de las veces que me sentí llena o no quería comer más, y alguien venía con la frase: “Cómetelo, que en el mundo hay niños muriéndose de hambre porque no tienen comida”. Poco a poco le fui dando más importancia a los niños africanos que a mi estómago, y mi proceso hoy día sigue siendo aprender a escuchar mi estómago cuando dice: estoy bien, no necesito más comida.

En las sesiones de ArmoníaF (un programa que dicto una vez al año) tratamos este tema, pero con respecto al dinero. A la gran mayoría de las personas les cuesta vivir en gratitud con su dinero, porque la primera sensación que esto les genera es la frase: “yo tengo lo que en este momentoa otros les falta”. Es obvio que esto no produzca ninguna gratitud ni placer, sino el mismo sentimiento de culpa que me generaba a mí la comida en el plato que no me quería comer.

¿Cómo enseñar a mi hijo a vivir con lo que tiene, o no, sin sembrarle sentimiento de culpa? Muy sencillo, primero comienza por enseñarle a disfrutar de todo lo que ya está disponible para él/ella, sin que tenga esfuerzo alguno: el oxígeno, el agua, el planeta. Luego enséñale la riqueza desde el ser: la salud, el talento, las habilidades, su potencial. Finalmente, búscale ejemplos de personas que tienen sus mismos talentos y que con ello han logrado ser grandes o reconocidos, para que sepa que con quien ya es, puede lograr tener todo lo que desea. Eso le enseñará que es rico, tenga poco o tenga mucho.

Como ves, hay formas positivas de enseñar la riqueza de la creatividad, del valor de las cosas y del talento como imán que atraerá la prosperidad en la vida de tus hijos para una vida tranquila y placentera. Enfocarlo en lo que falta, es sembrarle una mentalidad de escasez, impotencia y pobreza, que terminará creando una relación de sacrificio por dinero. Si contigo no ha funcionado, entonces cambia la lección.

En tus manos está hacerlo diferente, tengas poco o tengas mucho.




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