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Juangriego: cita con el atardecer
Juangriego es playa de sacrificio y redención. Después de la ráfaga exterminadora de Morillo y la imborrable pena de nuestros inmolados, Juangriego fue tierra arrasada, devastada la franquicia del marinero que le prestó su nombre a una historia, valga la redundancia, crepuscular.
Ramón Ordaz / rordazq@hotmail.com

30 Jun, 2016 | Amanecer tiene mucho de vuelta a la vida, de renacer, de regreso de la oscuridad a la luz, la que nos embriaga y nos proyecta en los espejos insomnes del día; una vaga, imperceptible navegación por las horas. Entre ritmos y arritmias declina el mediodía hacia el ocaso para entregarse a los artificiales ojos de la noche, templo de dos caras: el insomnio y el sueño. Pero antes del ocaso ocurre el atardecer, cuando la parábola del sol en su caída hacia el horizonte visible, tensa sus arcos de luz para regalarnos sus inéditos crepúsculos, y Juangriego en el camino embotellando en su mirada las estelares maravillas.

Ebriedad solar contra moribundia; borrachera celeste contra el hastío del calendario que asfixia las aves del paraíso y que busca perpetuarse porque ama los cielos encapotados. Juangriego apuesta a la claridad, a la vendimia encantada que empezó a multiplicarse en el Pozo del Moro. Juangriego es playa de sacrificio y redención. Después de la ráfaga exterminadora de Morillo y la imborrable pena de nuestros inmolados, Juangriego fue tierra arrasada, devastada la franquicia del marinero que le prestó su nombre a una historia, valga la redundancia, crepuscular.

Después de 1917, como el ave Fénix, surgió de las cenizas el Juangriego hoy bicentenario, el que, entre los tropiezos y malas artes de la política, ofrece dignamente esa Puerta del Sol que empieza en La Galera, pasa por Caballo Blanco, El Bajo hasta la solemnidad de Las Piedras de pequeños acantilados. Juangriego es Bolívar, Brión, Gómez, Adrián, Arismendi, pero también es Bor, Gutiérrez, Estaba, Vásquez, Quijada, Lárez Granado. Juangriego es simbiosis y plenitud de una agenda abierta que con soltura y transparencia acredita sin aspavientos el alcalde José Ramón Díaz, una personalidad de singular presencia en esos oficios de hacer política, sin parangón en la isla. Hasta sus adversarios lo reconocen y repiten: “José Ramón es otra cosa”.

En esa vaguedad que dice “cosa”, en lugar de persona, se impone la franca estela de quien cohabita la política sin demagogias ni dobleces, porque las cartas de José Ramón son las mismas de cualquier ciudadano de Juangriego. Cita con el atardecer, esa jornada cultural de los viernes a mitad de la puesta de sol en la Puerta del Sol de nuestro norte, es una vieja idea que se ha hecho realidad en el Paseo Brión de la ciudad crepuscular. Música y canto, con esa otra luz del arte, iluminan las viernistas tardes de feria, en la que los más variados trabajadores artesanales y de los más utilitarios oficios exponen a los visitantes sus virtudes creativas. José Ramón ha sido explícito: “Aspiro a que hagan suyo este espacio. Uno siempre está de paso; lo importante es que quien venga mañana los reconozca a ustedes”. José Ramón no es otra “cosa”, es ese otro que cuesta conseguir en nuestro entorno.




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