31 May, 2016 | Ser testigo del divorcio entre la prédica y la acción de quien levanta una voz de protesta por la defensa de los derechos humanos, me hace cuestionar si lo que estamos presenciando es un choque de intereses personales opuestos.

El viernes pasado, por cuestiones profesionales, me trasladé a Caracas y me hospedé en el mismo establecimiento en donde vengo haciéndolo en los últimos 10 años. Con poco tráfico llegué temprano al lobby y me indicaron que la habitación estaría disponible después del mediodía.

Quise hacer diligencias en el “Centro Plaza”, pero por ahorro eléctrico lo encontré cerrado y me dirigí a mi hotel, frente a la Plaza Altamira, para recargar batería del celular y resolver cosas de la oficina.

En el lobby vi cámaras, periodistas y escoltas sin saber el motivo. Al mediodía apareció la Sra. Lilian Tintori (entendí que venía de una rueda de prensa) y cuando salía, se regresa a mi “rincón” de trabajo y de manera imprudente me interroga en voz alta sobre las razones de mi estadía, mi proveniencia, mi cualidad o no de huésped, el motivo de mi permanencia, etc.

Capto que algo "paranoica" quiere saber si soy un "agente espía" y le indico con educación que no trabajo para con el Gobierno y le deseo solución a su problema, a lo cual se retiró de manera altanera.

Sólo las sinceras excusas del personal (testigos) del hotel por el espectáculo lograron calmarme de la vejación del momento, quienes explicaron el error ocurrido. Por un lado, su falta de humildad en excusarse es sinónimo de un ego exacerbado y por otro lado la defensa de los derechos de su marido jamás puede implicar atropellar los derechos de otros ciudadanos comunes.

Su trabajo será entonces en vano y usted, lamentablemente, no habrá entendido su misión de vida.