27 May, 2016 | De principio el título me regresa a mi artículo del viernes pasado, dirigido al compa Carlos Mata Figueroa, sólo que el camarada parece que ni lo leyó. La referencia es obligada pues toqué el tema de los robos a los que he sido sometido en poco tiempo; luego del artículo, el sábado por la noche me robaron otro aire acondicionado de la casa. A favor del gobernador puedo decir que vivo en los límites de los municipios Mariño y García. Por allí quien merodea es la Policía Municipal de Mariño, cuyo jefe es el Alcalde Alfredo Díaz. Pienso en las bandas y se me viene a la cabeza una vieja frase: “entre bomberos no se pisan la manguera”.

Pero si tengo mala leche con los malandros, no me falta con las autoridades. A mi hijo lo pararon en la 911. El automóvil de mi propiedad no tiene placas. Lo compré el 30 de junio de 2010. Se lo robaron a mi hijo, a punta de pistola, el 04 de noviembre de 2010. El Cicpc lo recuperó en febrero de 2012. Es decir rodó 16 meses y ninguna autoridad lo paró para pedirle papeles a quienes me lo robaron o a la abogada que lo compró a los pillos. La Fiscalía dio la orden de devolverme el carro el 5 de marzo de 2012. La devolución se hizo efectiva el 06 de marzo. Los pillos que me robaron el carro (a quienes nunca identificaron) se quedaron con las placas originales y le montaron otras. Desde que me devolvieron el automóvil nos han detenido sopotocientos veces en las alcabalas por la falta de placas. Mostramos los papeles y todo se resuelve. Esta vez no fue así, el jefe o no sé qué vaina del operativo en la 911, de apellido Salazar, se empeñó en que faltaba un acta policial. Estuvimos casi cuatro horas discutiendo con el funcionario y él se empeñaba en ver el acta policial (que nunca nos entregaron) o el carro se iba a un estacionamiento. Nota: mi hijo le dijo que allí lo iban a desvalijar y el funcionario respondió que le faltaba el respeto a una institución. A la final acudimos a lo que no nos gusta: llamar a una excelente amiga, de peso en el gobierno, Milka Olivero, para que nos devolvieran el vehículo.

Disculpen, la referencia personal se nos alargó. El tema del artículo son los acorralados, los de verdad, que no son otros que un numeroso grupo de venezolanos que van a solicitar un referéndum para sacar al camarada Nicolás Maduro de Miraflores. De primera todo lo tienen de papayita. La crisis, un gobierno que no se decide qué vía tomar, el desespero de la gente, los saltatalanqueras, los corruptos y los matavotos que hacen de las suyas dentro del gobierno. Recogen las firmas para formalizar la agrupación que solicitará, también con firmas, el llamado a referéndum. Sólo el 1% de los lectores necesitaban. Un trámite a cumplir en un santiamén. Hicieron sus trampitas. ¡Qué vaina, el espíritu adeco no falla!. No lo pueden evitar. Les toca esperar con calma la revisión. No lo hacen. Se van a la calle. Y se les sale el fascismo: le caen a patadas a una mujer. No se calman. Piden más calles. No esperan. Se ven acorralados. El apuro los acorrala. El señorito Capriles quiere anuncia ya, en cuestión de semanas, que se va a casar. Ven que el gobierno se va a caer y no quieren esperar. El referéndum luce de papayita, pero no esperan. Están como acorralados.

Se desesperan. Un asesor de Capriles anda buscando el traje de novio del señorito. A lo mejor se queda frío como el traje negro de Don Luis aquel 11 de abril. Los veo acorralados.