12 Feb, 2016 | Este (des)gobierno nos acostumbró al cierre de diversos establecimientos: cerró las pintorescas bodeguitas de pueblo, donde conseguíamos de todo: harina precocida, leche líquida y en polvo, café, papel higiénico y detergentes de todas las marcas y presentaciones. Recuerdo que en ocasiones faltaba harina para terminar las arepas; o alguien gritaba que no había papel toilette, y uno salía corriendo a la bodeguita más cercana, e inmediatamente regresaba con el producto requerido. Cerraron farmacias, y ya no conseguimos ni pastillas pa'l dolor de cabeza. Cerraron panaderías, ventas de pollo; incluso cerraron los puestos policiales, o prefecturas, por falta de policías. Puestos que servían pa'dirimir querellas y mantener vigente el valor del respeto; y pa'medio controlar la inseguridad. Hoy la sociedad es un caos total, donde nadie respeta a nadie; y pa'colmo no hay dónde quejarse.

Pero lo que nunca imaginé, y ojalá no tenga que ver, es que alguien pensara en la posibilidad de cerrar escuelas por falta de alumnos. ¡Sí, así como lee! ¡Fin de mundo, ¿no?! Bueno, eso fue lo que le dijo una "supervisora" a una docente en Antolín del Campo. Y no solo eso, sino que dejó entrever que los educadores son los culpables de que los niños no asistan a la escuela. Ignora esta "supervisora" que la verdadera razón para que los niños no asistan a clases, es que sus padres no tienen suficiente dinero para comprarles ropa y útiles escolares; cuando los consiguen. Además, no tienen cómo darles de comer, y el cacareado PAE o SAE no satisface las necesidades de alimentación de nuestros niños.

No quiero pensar que esa "supervisora" sigue lineamientos de la Dirección de Educación: ¡Mija, si no hay alumnos, cierra la escuela! ¿Y dónde está, entonces, el trabajo social para determinar las causas de la deserción escolar, y canalizar soluciones que motiven a los niños a regresar a la escuela? ¿O será que anotamos el cierre de escuelas como otro "logro educativo" del gobierno de Carlos Mata Figueroa? ¡Fin de mundo!