8 Feb, 2016 | Los padrinos eran otra cosa de lo que son ahora. A los padrinos los agarraba Shico Nardi y les daba su sermón de cómo debían ser con los ahijados; especie de segundos padres en la fe y en los avatares de la vida; protegerlos y cuidarlos del mal…

Por eso, antes del agua bendita, cuando en la manita del niño hereje todavía, ayudado por las manos de sus padrinos, ponía la vela encendida, le preguntaba en alta voz: ¿A quién renunciáis? Todos contestaban: ¡A satanás! Afuera, en los escalones del templo, nosotros, niños de la clase esmirriada del pueblo, oíamos aquella expresión y nos apretábamos a recibir los puñados de mariquitas que los padrinos solían repartir en aquellas oportunidades a las puertas de la iglesia… El Negro Villalba tenía fama de padrino más que todo por el vozarrón que se oía en todos los confines cuando renunciaba al diablo…

Vivíamos con ese temor al maligno y de ello se aprovechaban las abuelas para mantenernos a raya… En Semana Santa, para el día en que se declaraba la muerte del Mesías, se aparecían los diablos en Pampatar, uno bajaba por el Boquerón de Polanco desde Apostadero y el otro venía de Pueblo Arriba. Tenían sus rabos y cachos y masticaban remolacha para simular que babeaban

sangre con la que se mojaban su ropaje apretado al cuerpo: llevaban maracas o una tamborita que hacían resonar por las calles del puerto… Nosotros nos uníamos al enjambre de niños que se iban sumando en el trayecto. Perdido aquel ancestral miedo nos íbamos acompañando a Lucifer por esas calles de Dios en inocente algarabía… Años después vinimos a saber que aquellos personajes que tan bien imitaban al rey de las tinieblas eran Leonardo Figueroa y Chico Acosta.

El tiempo y la dinámica de esta vida azarosa de ahora, nos ha enseñado que también los ahijados debían traer desde la pila bautismal su compromiso de comportarse con los padrinos que siempre son los primeros en sufrir las limitaciones de la vejez que no perdona, y del olvido que les cobija luego que le rinden su tributo al barro.

Toda esta perorata viene referida a uno de los tantos padrinos de Pampatar y en otras partes de la Isla, eran preferidos por los padres y las madres para el bautizo de sus hijos.

EL MAESTRO JESÚS MANUEL SUBERO… Dejó regados por los confines de la Isla ahijados a montones. A muchos se les veía llegar a la vieja casona de sus padres, Chuco Subero y la Vieja Agueda, con sus brazos cruzados a besarle la mano a aquel excelente padrino que fue mejor maestro y portentoso investigador de nuestra historia. Aquel héroe de nuestra civilidad se le vio, por muchos años en su trabajo metódico y de todos los días, enseñando en las aulas y recopilando el testimonio de nuestros orígenes… Con todo aquello fue armando una peculiar biblioteca que fue orgullo de él y de los margariteños que tenían en ella la fuente de saberes para el orgullo isleño y el arraigo por el terruño.

Hoy lamentablemente, con gran pena propia y ajena, miramos que el olvido y la ingratitud comienzan a rendir sus frutos perniciosos y sin tenerse a la mano cura para los males que aquejan a la “Biblioteca Pública Jesús Manuel Subero”, ubicada en la calle Joaquín Maneiro de la ciudad de Pampatar… Las polillas y la humedad han hecho lo suyo en las estanterías, en los volúmenes y documentos. Ya muchos irremediablemente se han perdido.

Ahora, como la tapa del frasco, los “choros” y rateros posiblemente en atención a encargos de indignos coleccionistas de fuera o de dentro de la Isla, han comenzado a llevarse las piezas de museo que también había recopilado el maestro y que igual forman parte de nuestro patrimonio cultural. No digo más, en espera que algún ahijado, fiel al recuerdo y al agradecimiento se presente en son de ayuda, a pedir la bendición y a ponerse a la orden para las posibles soluciones.