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23 de abril de 2024





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Predilectos de Dios
El próximo jueves 11 de febrero se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. La enfermedad y eventualmente la muerte son un misterio. Ponen a prueba la fe en Dios bueno y misericordioso. Las ideas de Francisco nos ayudarán en este escrito.
Monseñor Fernando Castro Aguayo | @monscastro

6 Feb, 2016 | "Pedimos para los enfermos la paz y la serenidad de la vida que parte del corazón".

El próximo jueves 11 de febrero se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. La enfermedad y eventualmente la muerte son un misterio. Ponen a prueba la fe en Dios bueno y misericordioso. Las ideas de Francisco nos ayudarán en este escrito.

En las bodas de Caná (Juan 2), María aparece atenta. Se da cuenta de la falta de vino. ¡Pobres novios! María descubre la dificultad y actúa rápidamente. Le dice a los sirvientes: «Hagan lo que Él les diga» (v. 5). Jesús realiza el milagro: transforma el agua en vino.

El banquete de bodas de Caná es imagen de la Iglesia: están en el centro Jesús misericordioso, a su alrededor los discípulos, y cerca María, Madre previsora y orante. María participa en el gozo de la gente y contribuye a aumentarlo. Madre vigilante y compasiva que ayuda como Jesús, que partía el pan para los hambrientos, tocaba y sanaba a los enfermos. Esto nos da confianza y nos abre a la gracia y a la misericordia de Cristo.

En Caná se perfila quién es Jesús: es Aquel que socorre al que está en dificultad, el que cura a muchos de sus enfermedades, dolencias y dará la vista a los ciegos, hará caminar a los cojos, devolverá la salud y la dignidad a los leprosos, resucitará a los muertos y a los pobres anunciará la buena nueva (cf. Lc 7,21-22). La petición de María, durante el banquete nupcial, manifestó no solo el poder mesiánico de Jesús sino también su misericordia.

¡Cuánta ternura de Dios hacia los necesitados! Y quién más necesitado que el enfermo.
Por eso la fiesta de la Virgen de Lourdes es la Jornada Mundial del Enfermo. Se congregarán miles de hombres y mujeres necesitados de la salud. Pedimos para los enfermos "la paz, la serenidad de la vida que parte del corazón y que es don de Dios, fruto del Espíritu Santo que el Padre no niega nunca a los que se lo piden con confianza".

Sin ninguna duda, los enfermos son los predilectos de Dios porque se asemejan a Cristo sufriente y redentor. El manto de María los alivia y consuela.




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