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Río arriba
Incontables fueron las discusiones, incidencias, malentendidos, aciertos, yerros, conquistas, motivaciones, en torno al compromiso político de un largo período histórico que sintetizó Copei.
Luis Barragán | @LuisBarraganJ

8 Oct, 2015 | Hubo experiencias políticas, tenidas por remotas o muy remotas, que hoy sorprenderían dramáticamente a las nuevas generaciones. Con todas sus fallas y aciertos, convertidos en el eje de un sistema que reclamaba un superior estadio, los partidos fueron seguros escenarios del más variado, rico y profundo debate del que ni siquiera sospechan –principalmente- los que ahora pretenden monopolizar el poder, descompuestos al confundirse con el Estado, como ocurre con el PSUV y sus entidades subsidiarias.

Nota de exclusivo interés histórico, a modo de ilustración, medio siglo atrás, la juventud adscrita a Copei celebró su IV Asamblea Nacional de la que resultaron electos Abdón Vivas Terán y Rubén Darío González, como secretario y subsecretario generales nacionales. Se llamaba Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC), con propio soporte en liceos y universidades, capaz de afrontar el asedio del marxismo-leninismo que se adentró en la lucha guerrillera, al igual que de impulsar una propuesta ideológica sintetizada por la sociedad comunitaria, entre otras atrevidas para un partido integrante de la coalición puntofijista, recogidas en un documento intitulado "Una juventud para el cambio".

A finales de octubre y principios de noviembre de 1965, surgió el escándalo. Ya la muchachada socialcristiana y el partido mismo no serían los mismos, dándole otro giro a la democracia cristiana: vencían en los comicios internos, a través del voto nominal y secreto de 172 delegados, Vivas Terán y González (avanzados), frente a las alternativas representadas por Álvaro Páez Pumar y Oswaldo Álvarez Paz (araguatos) y Joaquín Marta Sosa y Saúl Rivas (astronautas).

Incontables fueron las discusiones, incidencias, malentendidos, aciertos, yerros, conquistas, motivaciones, en torno al compromiso político de un largo período histórico que sintetizó Copei, surgiendo –puede decirse- la otra tradición entre sus militantes, de las varias que pueden entenderse en una organización compleja: la del avanzado, marcado por el estilo de una tendencia con algunas particularidades. Complejidad que acepta los obvios matices de una inquietud duradera a la que todavía la academia ha de estudiar con hondura y precisión, como puede ocurrir con las intimidades del resto de los partidos llamados –por comodidad- históricos.

Fueron muchas las veces que conversamos alrededor de algunos documentos, el recordado Rafael Domínguez Daly, figura descollante entre los socialcristianos, y el suscrito, quien –por cierto- hoy ensaya otros derroteros que estima más cónsonos con el nuevo siglo. Con Rafael logramos el acopio de una data que, apenas, se expresó en la "tripa" de un folleto que nunca supo de la imprenta, muy a principios de los ochenta, intentando el relato de un suceso ya cincuentenario que puede resumirse en las frases de Jacques Maritain, tomada de uno de los muy juveniles documentos que prosperaban en una diferente juventud partidista: "Se puede nadar contra la corriente. Es más, las corrientes se hicieron para nadar en contra de ellas. Y todos estaríamos perdidos si no fuéramos capaces de nadar río arriba".




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