5 Oct, 2015 | Mucha gente piensa que hemos llegado a un punto en la situación económica, en particular por los efectos de la inflación, la escasez y las colas para comprar bienes, que poco importa cuál es el equipo dirigente de quienes sustituirían a quienes hoy están en Gobierno, ni cuáles serían los planes para mejorar la vida del país. Se parte de la premisa de que “cualquier cosa” sería mejor.

Es comprensible esta actitud, en particular cuando se trata de las miles y miles de personas que pasan trabajo buscando productos de un sitio a otro. Es lo que en el terreno electoral se denomina voto castigo. Sin embargo, los integrantes de las direcciones de los grupos políticos deberían observar el asunto con mayor detenimiento, no solo por las responsabilidades que puedan tener en el futuro, sino porque el proyecto que enarbolen hoy es básico para brindar confianza.

Entre otras razones, la polarización política ha hecho que a la cabeza del abanico de fuerzas que conforman la oposición se hayan colocado factores guiados por una ideología que le rinde culto al mercado y que no entienden la dinámica económica y social venezolana. Consideran que quitando los controles económicos del Estado todo se soluciona por arte de magia. Han llegado al extremo de oponerse a que se combata el contrabando y tuercen argumentos de la economía para justificarlo. Realizan afirmaciones geniales como aquella según la cual el delito de contrabando “es producto de los controles”, algo así como decir que las infracciones de tránsito son consecuencia de colocar semáforos, o que los hurtos son válidos porque unos tienen mayores ingresos y otros menos.

Sucede algo semejante en materia de política internacional. Hasta hace un año, la oposición demandaba al Gobierno venezolano que se ocupara del asunto de Guyana y el intento de Georgetown de extraer petróleo en aguas del Esequibo. Ahora que el Gobierno ha reaccionado con firmeza, la oposición parece que se hubiera cambiado de campo y encontrado un nuevo aliado, pues en muchas oportunidades los medios de comunicación de oposición se han hecho eco a favor de la posición de Guyana. Una aplicación dañina para el país del precepto “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Del mismo modo, ha privado en los factores decisivos del conjunto opositor una actitud contraria a los acuerdos de paz en Colombia y de rechazo a los cambios de la política de Estados Unidos hacia Cuba.

No basta con el voto castigo. Hay que mostrar una mentalidad, una visión de país, unos planes acordes con el tiempo actual. El liberalismo económico es un anacronismo y la sujeción a la lógica de la guerra fría una antigualla que no puede abrir las puertas del porvenir.