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El CIDH y su visita a la frontera
Si por siglos se las ha considerado hermanos y han gozado de todas las prerrogativas que dispone la Constitución de la República de Venezuela para sus ciudadanos, ¿cómo puede entonces acusarse al Estado de crear una crisis humanitaria?
José G. González Márquez | caminosdealtair@hotmail.com

3 Oct, 2015 | La visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos a la frontera de Colombia con Venezuela, estuvo sesgada. El parapeto montado por estos personajes responde a las instrucciones que les dan desde el seno de la OEA y la manipulación que hace Washington para desestabilizar la región.

No pueden ser interlocutores válidos quienes concluyen escuchando solo una de las partes. Independientemente que no recibieran respuestas del gobierno para visitar el lado venezolano, establecer conclusiones asumiendo como una verdad absoluta las versiones colombianas parcializa los informes que puedan realizar. No es cierto que en Venezuela se le violen los DDHH a los extranjeros y menos a los colombianos. Si por siglos se las ha considerado hermanos y han gozado de todas las prerrogativas que dispone la Constitución de la República de Venezuela para sus ciudadanos, ¿cómo puede entonces acusarse al Estado de crear una crisis humanitaria?

La falta de seriedad de la CIDH al nominar las deportaciones como ilegales y no ajustadas al derecho internacional, deja clara la intencionalidad de sus actuaciones. Crisis humanitaria la de Colombia con más de sesenta y siete años de guerra civil, de desapariciones forzadas, de asesinatos, de falsos positivos, de usurpación de las tierras indígenas, de desplazados y tantas otras violaciones a la población civil de sus derechos humanos. Para los integrantes y relatores de esta comisión la frontera venezolana es un apéndice de Colombia y por lo tanto, pareciera que no se puede ejercer la soberanía sobre estos territorios.

Los gobiernos progresistas son atacados constantemente por organizaciones que se enmascaran en los DDHH. Desde que el Presidente Chávez llegó al poder, los ataques no cesan contra la Revolución Bolivariana. No olvidemos que el CIDH asumió una posición ambigua y complaciente con los golpistas en los sucesos de 2002. ¿Con qué moral se atreven ahora a juzgarnos y condenarnos por ejercer la autoridad en nuestra casa? La OEA y su comisión son cascarones vacíos. Los venezolanos no necesitamos de sus opiniones ni oficios para vivir en paz y armonía.




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