Porlamar
29 de marzo de 2024





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Fervor cristiano y leyendas
Simprosino era analfabeta y no sabía ni persignarse, pero con sus miradas esquivas le pedía en silencio a la Patrona para que lo protegiera y diera valor en sus cargas rematadoras al frente de sus "muchachones".
Mélido Estaba Rojas | melidoestaba@gmail.com

5 Sep, 2015 | Cuando era un niño, Nicolás Marín me contaba lo que en sus tiempos de muchacho le narraba su abuelo Simprosino Armenteros. Éste, según los cuentos, era un hombre muy alto y rudo, con las características de un vikingo insensible, unido al ambiente por un filoso machete de tres canales, que apretaba en sincronía con sus dientes brillantes y voluminosos. Desde joven se unió a las montoneras que se organizaban en tierra firme y reventaban por los lados de la sierra y las sabanas margariteñas, para respaldar las luchas adelantadas por los patriotas contra los españoles y sus simpatizantes. Un mapire con un montón de arepas, mucho "pescao salao", una pelota de tabaco en hojas, un cuartillo de papelón melcochoso y un taparo de agua, conformaban su arsenal para el combate.

Gracias a sus dotes de hombre diestro con el machete y su habilidad como nadador, llegó a ganarse el rango de coronel en las filas del ejército libertador, al mando de un pelotón muy adelantado en el arte de "volar cabezas". Las filas patriotas fueron siempre muy apegadas al fervor cristiano, de tal manera que el Valle de La Margarita constituyó sitio de reunión con relativa frecuencia, para los líderes principales de nuestras fuerzas, que rendían tributo, oraciones y súplicas a la Virgen. Todo ello encaminado en pos de las victorias frente a los realistas. Simprosino era analfabeta y no sabía ni persignarse, pero con sus miradas esquivas le pedía en silencio a la Patrona para que lo protegiera y diera valor en sus cargas rematadoras al frente de sus "muchachones". Y contaba el hombre, que siempre se detenía en la capillita donde reinaba ella con su humildad y entereza. En muchas oportunidades, después de la batalla era normal verla con el ruedo de su vestido mostrando cadillos y otras espinas propias de los campos donde se había desarrollado la lucha. Un cura -de origen portugués- que oficiaba allí se acercaba respetuoso a desprender abrojos de la vestimenta, mientras se confortaba explicando que María andaba por esos rumbos al lado de sus hijos margariteños en el logro de la independencia, auxiliándolos y sanando sus heridas. Devoción y leyendas se conjugan en estos testimonios orales, que se han transmitido por los canales del tiempo, y que ahora en épocas del fervor cristiano que nos invita a la oración y el reencuentro, los comentamos como curiosidad periodística, más no como institución literaria para basar aseveraciones históricas de peso.

Nos alegramos sabiendo que septiembre es un mes colmado de la primavera católica en homenaje a ella, en vigilia permanente por el bienestar de sus hijos, por eso aprovechamos la ocasión para pedirte Virgen del Valle que aclares el entendimiento de gobernantes y electores, para que Venezuela consiga el rumbo de progreso que merece… ¡Amén!




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