28 Ago, 2015 | Durante los dos gobiernos de la revolución, Venezuela ha sido saqueada. Tan cierto, y puede probarse, acudiendo solamente al testimonio de Giordani.

El ex poderoso ministro, sin pelos en la lengua, aseguró que al país le fueron robados nada menos que 25 mil millones de dólares. El gobierno sabe quiénes los sustrajeron.

Pero el TSJ, Fiscalía y Contraloría nada han hecho ni dicho. En cualquier organismo de mil modos la corrupción está presente. De tal forma que han sido los dos gobiernos más corruptos de la historia, por el volumen de lo robado. Páez y Guzmán son unos niños de pecho, roba gallinas, pues, al lado de los de hoy. Igual los de la cuarta, que también los tuvo.

Estamos a la cabeza de las naciones más corruptas del planeta. Corrupta fue la compra de tanques y restante armamento. Corruptas igualmente las operaciones en torno a las importaciones de alimento. También fue grande la suma que se dice en Buenos Aires recibieron algunas damas venezolanas que intermediaron la compra de arroz para Mercal, según los tribunales argentinos. Los testaferros abundan. De la noche a la mañana, en los dieciséis años de gestión roja se han hecho millonarios personajes que antes de llegar al gobierno eran verdaderamente nadie. El PSUV lo sabe. No puede negarlo.

Es un misterio el por qué a los que viven fuera no los extraditan y a los de aquí no los meten preso. Aunque se dice que es por miedo a que canten desde joropos hasta rancheras. Verdades que no pueden desmentirse, muchas. La billonaria suma que el país recibió por nuestro petróleo en la gestión de Chávez. En mucho sirvió para financiar el crecimiento del partido oficialista. Marchas, mítines, franelas, cachuchas, alimentos, bebidas, que incluía anís y ron. La arrogante infografía, regalías a propios y foráneos, también son evidencias. Innegables, de la gigantesca corrupción que tiene hundida moralmente a la nación. Además de la aberrante crisis económica y social.

Cuando la democracia regrese, el pueblo seguro que exigirá castigo. No investigar ni condenar sería otro acto de corrupción. El primero que cometería el recién llegado gobierno.