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Coexistir y confrontar
Después de todo, la democracia se desvanece si se ignora que ella misma se forja en la lucha por el poder entre intereses sociales y políticos diversos.
Leopoldo Puchi | elepuchi@gmail.com

4 Ago, 2015 | No es frecuente, como ha sido señalado por diferentes observadores, que se produzcan votaciones unánimes en la Asamblea nacional. Sin embargo, a propósito de la disputa con Guyana por la actitud asumida recientemente sobre el Esequibo se produjo un consenso entre todos los partidos. Lo ocurrido es una muestra de que fuerzas políticas contrapuestas pueden coexistir y en algunos casos coincidir para garantizar la existencia de la nación y su Estado.

Ahora bien, para que las políticas de consenso puedan rendir todas sus potencialidades hay que comenzar por poner los pies sobre la tierra y reconocer sus límites. Es una senda que se puede trabajar si se aborda con realismo y sin pensar que el país va a marchar "agarradito de las manos". Después de todo, la democracia se desvanece si se ignora que ella misma se forja en la lucha por el poder entre intereses sociales y políticos diversos.

El diálogo para que sea útil y trascendente debe concebirse más allá de lo coyuntural. El caso del Esequibo es una muestra de esto, porque se trata de un asunto estratégico. Del mismo modo, el diálogo debe servir para demarcar las coordenadas de largo plazo, veinte o treinta años, en las que se enfrentarán y alternarán las fuerzas en pugna. Un buen punto de partida para ello sería la constatación de que ninguno de los bloques dispone de la fuerza necesaria para instrumentar su "programa máximo" respectivo. Y, además, no se avizora la desaparición de ninguno, gane quien gane futuras elecciones.
Para construir esos límites deben tomarse en cuenta los valores de la democracia y sus instituciones; también hay que considerar la existencia de intereses sociales diversos, puesto que la democracia no reposa sobre un listado de reglas como si se tratara de un juego de mesa, sino en la complejidad de una sociedad.

Así que lo más acertado sería proceder a trazar de manera conjunta los puntos y las rayas de un mapa de lo aceptable y lo inaceptable en las políticas públicas, a partir de los intereses en conflicto. Para este fin, hay que tener en cuenta que un diálogo que lleve implícito una negociación no es un juicio sobre quién tiene la razón ni es tampoco un debate jurídico. Es un reconocimiento de realidades, de las correlaciones de fuerza que efectivamente existen en la sociedad, además de los datos electorales.

En cuanto a las políticas públicas inmediatas, puede pensarse en acuerdos en materia económica con el sector privado. Pero, en general, no hay por qué esperar consensos entre fuerzas políticas, y menos en período electoral. Por su naturaleza, le corresponde al Gobierno fijar las políticas. El diálogo y los consensos son necesarios, pero no deben confundirse con pactos bipartidistas.














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