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Robo de arte
Tuve la oportunidad, la dicha, de ver el nacimiento de cada una de esas piezas. Vi sus colores, sus formas, la grandiosidad y el talento que estaban detrás de cada gestación. Y al recordarlas las siento como hijas nonatas, o que nacieron para nada ser.
Antonio López Ortega | alopezo@cantv.net

3 Ago, 2015 | El fin de semana del 11 y 12 de julio una banda armada de cinco sujetos llegó hasta las oficinas administrativas de una urbanización de Manzanillo. Lo hicieron de madrugada y lograron neutralizar a los vigilantes privados, obviamente desarmados. De las oficinas se llevaron computadoras, impresoras, reproductores de vídeo y todo lo que les pareció apetecible. Pero también se llevaron, lastimosamente, tras cajas de cartón selladas que contenían obras de arte. Esas obras pertenecen a la importante y yo diría que única artista venezolana Nela Ochoa. Son piezas pequeñas, casi objetos conceptuales, difíciles de entender fuera del marco de una exposición para la que estaban destinadas, que deberá abrir contra viento y marea este próximo mes de septiembre en los espacios del Centro Cultural Chacao de Caracas. También conviene decir que el valor de esas piezas es nulo fuera del contexto en el que fueron pensadas. En síntesis, los sujetos no verán en esas cajas más que pacotilla coloreada.

Se estima que pueden ser treinta las breves piezas hurtadas, todas asociadas a una de las líneas maestras de desarrollo de la artista: el genoma humano y, en general, la escritura genética de todo tipo de ser vivo, desde flores hasta conchas marinas en peligro de extinción, todas delicadamente embaladas en goma espuma, prestas a ser colocadas según el diseño museográfico de la muestra. Se han ido de pronto, como absorbidas de golpe por un ser superior, tres dilatados años de trabajo; se ha ido la minuciosidad y los detalles; se ha ido la intimidad inspiradora que rodea a todo acto creador; se ha ido el desvelo de la artista. Y sólo nos hemos quedado con el dolor, con el vacío, con el sentimiento de lo que es irrecuperable. ¿Quién devuelve esos instantes? ¿Quién reproduce esos afanes?

Tuve la oportunidad, la dicha, de ver el nacimiento de cada una de esas piezas. Vi sus colores, sus formas, la grandiosidad y el talento que estaban detrás de cada gestación. Y al recordarlas las siento como hijas nonatas, o que nacieron para nada ser.

Sentimiento más hondo seguro habita en el alma de la artista, porque nadie entiende con la profundidad del caso la relación que un creador establece con su objeto creado. Lograr paz en esa zozobra es un objetivo inalcanzable.

Si algún resquicio de alma les queda a los sustractores, en un gesto que anticipo inútil, porque ni siquiera sé si leerán estas líneas, les pediría que, antes de botarlas, devuelvan esas obras, las dejen en algún lugar público, concierten un acto de entrega. Les pongo mi correo por si sirve de algo: alopezo@cantv.net. Sería un acto altamente reparador. Sería un gesto de humanidad cercano a la infinita humanidad que ha creado las piezas que no les pertenecen.




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