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Mala espina
El verdadero demócrata nunca violaría la ley, el dictador sí, porque le da su real gana.
Ángel Ciro Guerrero angelcirog@hotmail.com

31 Jul, 2015 | Cuando un Jefe de Estado se planta frente al mundo y sentencia que por nada de nada permitirá que la observación internacional vigile la celebración de un proceso electoral, algo huele a podrido. Cuando un Jefe de Estado sube a un estrado para anunciar que su gobierno, esencialmente democrático, invita a los organismos internacionales a observar los comicios, es porque su gobierno y él mismo no tienen nada que ocultar. Cuando un Jefe de Estado impide que la transparencia de ese proceso electoral sea comprobable, es porque la está ocultando y teme que lo descubran haciendo cualquier clase de trampa. Cuando un Jefe de Estado autoriza que su partido viole la legislación que regula todo acto comicial y, controlando como en efecto controla todos los poderes públicos, hala la brasa para su sardina, no está siendo para nada honrado. Cuando un Jefe de Estado autoriza, porque es el que manda, que el rectorado que dirige el trabajo comicial, fichas del oficialismo, sin duda alguna, hagan y deshagan para entrabar cada vez más la participación de los opositores, no está actuando como debe actuar un Jefe de Estado que se precie de serlo. Por el contrario, se estará mostrando como un dictador y no como demócrata. El verdadero demócrata nunca violaría la ley, el dictador sí, porque le da su real gana.
Afirmar que la veeduría del proceso será exclusiva de los organismos regionales, la mayoría creados bajo el patrocinio de su ideología y conveniencia, que no tendrán empacho alguno, como ya lo han hecho, en voltear la cara hacia un lado para no ver la verdad, es un abuso, una sucia maniobra, un insoportable y delictuoso hecho, que debe ser rechazado. Prohibir que expertos electorales de la OEA, de la ONU, de la Unión Europea y similares tanto en América Latina como en el resto del mundo, interesados en que los venezolanos resuelvan su problema fundamentados en el cumplimiento exacto de la ley, es la más cruda evidencia del temor que el jefe de Estado tiene, entre pecho y espalda, a perder las elecciones, comprobado que su gestión es la culpable de la enorme y grave crisis que sufre Venezuela. Mala espina, entonces.




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