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24 de abril de 2024





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Curucutear
Las cosas dentro de mi auto estaban dispuestas de una manera que solo con una inadvertida mirada pude captar que habían sido movidas.
Crisanto Gregorio León | crissantogleon@gmail.com

30 Jul, 2015 | Dejaba yo sola en mi auto a una persona que me pidió el favor de llevarla, mientras tuve que bajarme a hacer una pequeña tarea, pero recordando a Mateo 10:16 “Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas”. En todo caso se trataba de alguien a quien conocía y le tenía confianza e incluso buena estima.

Pues bien este pasaje bíblico me permitía el albedrío de no prejuzgar a quien dejaba en mi auto mientras yo por unos 10 o 15 minutos tuve que ocuparme de otros asuntos fuera de él. Sin embargo uno conoce el orden de su propio desorden y siempre es prudente ser capcioso “astuto como las serpientes”.

Las cosas dentro de mi auto estaban dispuestas de una manera que solo con una inadvertida mirada pude captar que habían sido movidas.

En efecto mientras estuve fuera de mi auto el interior de este fue objeto de un “curucuteo” cuya finalidad advertía el interés del pasajero por encontrar algo que no se le había perdido porque ciertamente esa persona no tenía nada guardado en mi auto.

De esta circunstancia pude apreciar la cultura o la educación de quien me pidió que le llevase, pero me hice el desentendido. Seguramente quien registraba mi auto en mi ausencia hacia eso pues lo había aprendido en su crianza porque ni era un guardián del orden público ni un detective privado.

El respeto por lo ajeno es algo que nadie está valorando al menos que se trate de sus propias cosas y otro extraño le haga lo mismo. Porque a quienes les gusta hurgar en las cosas de los demás se sentirían altamente incomodas si a ellas se les hiciera lo mismo.
No hay inocencia en esa curiosidad por lo ajeno y al hacerlo es porque tenemos un interés inconfesable. Pecar de indecente y pecar en contra de la corrección hace a algunas personas osadamente imprudentes e irrespetuosas.

Recuerdo una frase de Baltassar Gracián en el Arte de la Prudencia “debemos actuar en privado como si nos vieran en público”. Y es que este asunto que tiene que ver con la diafanidad de nuestra conciencia y nuestra moral califica nuestra personalidad y dice quiénes somos realmente.

Quienes así se comportan les gusta incluso estar vigilando la vida ajena como si la propia no les satisficiera. Pues no encuentran su propia existencia suficientemente interesante y entonces se dedican a espiar a los demás.

Muchas “ideas” se conciben en la mente de quien curiosea enfermizamente en lo que no es suyo, incluso puede codiciar lo que no es suyo. Máxime en estos tiempos en los que pocos padres y madres se están ocupando de enseñar a los hijos los Mandamientos de la Ley de Dios, porque ni ellos mismos los conocen y menos los practican.

A comportarte pues que te están viendo aunque no lo creas….














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