Porlamar
23 de abril de 2024





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Encuentro con un caraqueño
Mi amigo caraqueño, pese a todo, tenía un alma noble, no era ningún elefante y tenía gran facilidad para embullar a cualquiera, aunque para ello tuviera que encachuflarse y engorilarse a la vez.
Féliz Roque Rivero | canaimaprofundo@hotmail.com

30 Jul, 2015 | Recientemente un amigo habitante de la ciudad de Caracas me invitó a una reunión. Llegué temprano al lugar convenido. Pasada una hora, se presentó el caraqueño y le pregunté por la tardanza, a lo que me respondió: tranquilo, tómatelo suavesongo, ocurre que tuve un rollo con mi mujer en nuestro sucucho y fue un verdadero peo salir raspinfly para venir a verte, ya la condenada no dejaba de rascabuchearme para raquetearme la cartera, por eso has de notar este semblante acelerado que tengo que lo que me provoca es aconcharme para evitar que la bicha me encuentre y me siga armando líos mi pana. Lleno de asombro y medio aturdido, escuchaba aquella verborrea de aquel zocotropo sin título que no paraba de hablar huevonadas, igualitico a un iluminado como si fuera miembro de la jailaif por las jamaqueadas que le había propinado su mujer, todo un bacalao, según él.

Procurando cambiar de tema, lo invité a desayunar y me dijo sin desparpajo, si, metámonos una bala fría porque tengo muy poco tiempo. Sin esperar mucho se atragantó aquel balazo y acto seguido encendió una basuca y allí empezó su delirio. Me contó del berenjenal que tuvo con su suegra por entrometerse en la crianza de sus hijos. Me detalló el barranco que vivió por causa de una esbelta morena que al quedar barrigona lo demandó ante los tribunales de menores, acusándolo, entre otras menudencias de chulo, aunque ella, no muy discreta que digamos quería quedarse con sus churupos; por eso, pensándolo bien, decidí –me contó con resignación- agarrar mis corotos y largarme pal´carajo, antes que consumir mi vida al lado de esa cuaima desalmada, raspatarjeta, cotorrera. Por eso y mucho más la mandé pal´coye. Desde entonces chamo, ando así, derrapado, vuelto el penco, disfrutando como un verdadero mangüilimangüi como acostumbra decir la señora Berta, tu madre.

Mi amigo caraqueño, pese a todo, tenía un alma noble, no era ningún elefante y tenía gran facilidad para embullar a cualquiera, aunque para ello tuviera que encachuflarse y engorilarse a la vez. Ante la inseguridad, me dijo, he tenido que entrompar a más de uno que ha querido verme con cara de escachalandrado. Por eso mano, de vez en cuando debe uno fajarse con esos tipos facistoleros que parecen unos firifiri. Por eso prefiero andar con cara de gacho, a la caza de cualquier golilla. Te invito un guayoyo que te quiero hablar de un guiso que si se da me va aponer en la jay y dejaré de ser un simple guón. Bueno mi panin, te dejo porque tengo un miting con un praner que anda con un pujo y quiere que lo ayude. Nos veremos pronto vergajo, quiero tener una vidurria full villegas y meterme voladora tras voladora y que me jale un guinche. Mi amigo caraqueño, un verdadero cdm se largó, dejando el plato lleno de burusas, gritándome al alejarse, bai, bai, bai. (El que quiera comprender mejor, búsquese el Diccionario del habla coloquial de Caracas de la profesora María E. D’Alessandro).




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