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Las voces caribes de Cubagua en Oscéneba
Oscéneba, la obra que en lengua caribe significa "amor", refiere la explotación perlífera de nuestra isla Cubagua.
Sor Elena Salazar | salazarsor@hotmail.com

6 Jul, 2015 | El pasado 14 de mayo se celebró el centenario del nacimiento del dramaturgo y artista plástico César Rengifo, quien mejor ha evocado la venezolanidad desde sus orígenes hasta la modernidad. Su producción dramática se extiende desde la conquista americana, pasando por la época preindependentista, las guerras de la independencia, las de la federación, hasta el tema del petróleo. Entre sus obras menos conocidas se hallan: Curayú o El Vencedor, Oscéneba, Apacuana y Cuaricurián, piezas que tratan sobre la conquista americana. Oscéneba, la obra que en lengua caribe significa “amor”, refiere la explotación perlífera de nuestra isla Cubagua.

Oscéneba plantea cómo los conquistadores españoles explotaban a los caribes en la pesca de perlas en la isla de Cubagua, antes del maremoto de 1541 que sepultó a la isla. La obra es un drama compuesto en tres actos y seis cuadros conformada por diez personajes, entre nombres españoles y caribes. A través de cada uno de ellos, Rengifo expresa una idea, una reflexión, una denuncia, sobre todo a partir del enjuiciamiento que se le ha dado al pueblo Caribe, como sinónimo de bárbaros y feroces. Entre los ‘dramatis personae’ se destacan: Francisco de Castellanos, gobernador de Nueva Cádiz, Lorenzo Salduendo, explotador de perlas en Cubagua, jefe del comercio perlífero, gestor de los caribes esclavos, el que decía que ellos eran sinónimo de bestias y de caníbales, Pedro de Limpias, a quien el dramaturgo coloca frases como estas: “¿los caribes tienen alma? Son solo bestias degeneradas y flojas”, Quenepa, Piesco, Cuciu y Charaima.

La médula del drama no es la compleja y particular acción de los personajes, sino la relación de antítesis que se da en ellos. Por un lado se teatraliza a los dominantes, al colonizador, al yugo español, y por el otro al nativo, al indígena, al explotado, al humillado caribe. Será entonces el carácter antagónico de los personajes, el principio esencial del drama, y cómo el dramaturgo a través de esas voces calladas y estoicos caribes explotados en su propia tierra, denuncia la barbarie y el genocidio del conquistador. Nos encontramos con unos caribes, buceadores de perlas, humillados buzos que “pueden estar más de doce horas en el agua” (p 41), y eran debilitados por el agua y la sal. Los mismos caribes teatralizan su tristeza y describen cómo eran “amarrados con dogales por los cuellos” (p 45) y lanzados al mar, y cómo “ardía el hierro enrojecido en la frente de sus caras”, que la voz de Quenepa se quiebra cuando dice: “La C de fuego y la C sangrienta, la C que arde más en el espíritu del pueblo caribe que en su carne”.

Rengifo no solo describió el ‘pathos’ de la etnia Caribe, cómo eran forzados a sacar las ostras y cómo los encerraban por las noches en los fosos del fortín mayor de Cubagua, provocando en el espectador un sentimiento de piedad y de terror, sino que los reivindica a través del juramento caribe de Charaima, personaje que solo actúa en ausencia y hace presencia mediante las voces de Quenepa y Piesco. Charaima, el abuelo del mestizo Francisco Fajardo, es “la voz de los antepasados”, es el homenajeado de Rengifo, es el hombre valiente y viejo que defiende el pueblo Caribe. La calidad literaria, dramática, teatral y sobre todo histórica de este drama se convierte en una lectura necesaria e ineludible.




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