Porlamar
19 de abril de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






Carlos Márquez, el de Guanoco
Escucharlo decir que en Caripito decidió ser actor, entonces mi pecho de caripiteño se infla en demasía al contar sus travesuras en las calles polvorientas del Caripito mágico de los años 30
Félix Roque Rivero | canaimaprofundo@hotmail.com

2 Jul, 2015 | Ver a Don Carlos Márquez Cappechi encaramado en las tablas es sentir un inmenso y profundo orgullo de ser venezolano. Escucharlo decir que en Caripito decidió ser actor, entonces mi pecho de caripiteño se infla en demasía al contar sus travesuras en las calles polvorientas del Caripito mágico de los años 30 y 40, maravillado con el guaral del volantín multicolor mirando el cielo azul, sentirlo de nuevo correr detrás de un ring de bicicleta, con un palito en la mano y bajo un fuerte aguacero, con sus pantalones cortos entrando al cine Ayacucho y al Princesa para ver a Chaplin y al regordete Orson Wells y a los charros mexicanos con Jorge Negrete a la cabeza. En la penumbra del Celarg, un hombre de 89 años avanza pensativo sostenido en un bastón y con una voz grave, firme como un trueno espeta: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Es el Segismundo de Calderón de la Barca que nos reclama desde la semioscuridad, reclamo personificado en el primer actor de Venezuela que tras 73 años de actuación, aún tiene fuerza y lucidez para arrancarnos lágrimas y aplausos de emoción, el mejor premio para un actor, así su piel sea ya un porrón agrietado por la experiencia y la larga vida que ha llevado Don Carlos desde que salió de su pueblo natal Guanoco, desde donde se vino a vivir a Caripito, llevando consigo el olor asfáltico de aquel negro lago.
En un recorrido “Inovidable” de hora y media, Don Carlos Márquez, acompañado de otra leyenda al piano, Tony Monserrat, cuenta y canta la historia del teatro venezolano a partir de más de la mitad del siglo XX y lo que va del XXI. Al lado de su primera esposa Juana Sujo, en los años 50 fundó la Asociación Venezolana de Teatro, esto lo hizo con “las uñas” como se acostumbra decir en el Oriente. Levantó junto a sus compañeros el teatro Los Caobos donde se montaron obras monumentales del teatro universal. Pero también el cine atrajo a este hombre y en producciones como La Matanza de Santa Bárbara, Carmen la que contaba 16 años, El joven del carrito, Pantano en el cielo, el muchachote de Guanoco marcó sus huellas. Don Carlos se introdujo en las casas de los venezolanos a través de las telenovelas: La Ciénaga, Estefanía, Leonela, Topacio, La Intrusa, Mi gorda bella, Reina de corazones y un montón más. Sin embargo, la novela que paralizaba a Venezuela todas las noches fue sin duda “La Fiera”, la que hizo al lado de la gran actriz caripiteña Doris Wells: “Mire catirrucia, no crea que porque la yegua se encabrite le van a temblar las patas al caballo sabe...”, era Don Eleazar Meléndez que con mandador en mano, daba noche tras noche clases magistrales de actuación.

Al tomar la mano de Don Carlos, sentí su fuerza, su bondad; un hombre de izquierda que manifiesta haber estado siembre al lado de los más humildes porque vivió y conoció la pobreza; que lloró cuando murió Chávez y que aconseja a los jóvenes no malgastar sus vidas en parrandas y malas compañías. Don Carlos está viviendo su última oportunidad y el Estado y la sociedad deben respaldarlo sin remilgo alguno. Hagámoslo ahora, cuando aún podemos escuchar su voz y apretar su mano amiga, fuerte y olorosa como el asfalto de su querido Guanoco.




Contenido relacionado












Locales | Sucesos | Afición Deportiva | Nacionales | Internacionales | Vida de Hoy | Gente Feliz | 50° Aniversario | Opinión


Nosotros | HISTORIA | MISIÓN, VISIÓN Y VALORES