6 May, 2015 | Hace 199 años, el 6 de mayo de 1816, Simón Bolívar fue aclamado Jefe Supremo del Ejército Libertador, en una asamblea realizada en la Villa del Norte (Santa Ana de Margarita), donde además se proclamó la III República, se nombró a Santiago Mariño como segundo en el mando y se derogó el Decreto de guerra a muerte.

Acontecimientos fundamentales de la historia, que no han sido suficientemente, apreciados, ni divulgados en nuestra Isla, ni siquiera en el país. Hasta hace pocos meses la iglesia de Santa Ana, construida alrededor de 1749, donde ocurrió tan magno evento, estuvo por años sometida a una restauración, que de paso es considerada un "culturicidio", pues, entre otras barbaridades, borraron todo vestigio de la arquitectura anterior, frisaron las paredes, colocaron sillas al estilo minimalista, puertas entamboradas, cambiaron el piso de baldosas por mármol y la madera nada tiene que ver con la original. Una lástima. Pero hay un detalle muy importante, la silla donde se sentó Bolívar es una burda copia, tapizada en terciopelo. La original, que se encuentra en el depósito del Museo de la Sociedad Bolivariana de Caracas, es de cuero. Ni siquiera está exhibida. Así hemos tratado nuestro patrimonio histórico margariteño, que además ha sido saqueado por décadas. De manera que el próximo año será el Bicentenario de tan importante fecha, lo cual representa una oportunidad para rescatar nuestro patrimonio, crear conciencia histórica en nuestra población y emprender obras que destaquen tal acontecimiento. Restaurar las casas de los héroes y el patrimonio histórico regado por el país y en casas privadas de nativos y "navegaos", donde actualmente se hacen pomposas fiestas.

Además se debe extender los beneficios a los pueblos y ciudades por donde pasó Bolívar, de manera que se conviertan en una referencia histórica y turística, para los residentes y visitantes. Santa Ana del Norte y Margarita entera, merecen un mejor trato. Especialmente hay que hacer énfasis en la educación de los niños y también de adultos. Sembrar conciencia de nuestros valores históricos, fundamentales para el mantenimiento de la soberanía e independencia, que tantos sacrificios nos costó.