24 Abr, 2015 | El gobierno de España cree aún que Venezuela es su colonia y por lo tanto, debe responder imposiciones que se generan en el reino. Similar a la posición del imperio yanqui que dicta leyes y pretende torcer el brazo a los países progresistas porque ven la posibilidad de dominar territorios allende de sus fronteras para robar sus recursos. Nada nuevo; gobiernos fascistas que irrespetan soberanías y se entrometen en las políticas locales.

Las campañas mediáticas en diarios españoles en contra del gobierno de Nicolás Maduro y del pueblo venezolano expresa el carácter racista, sectario, xenofóbico y fascista de un gobierno que no atiende a sus ciudadanos pero que invierte dinero y tiempo en desestabilizar la Revolución Bolivariana.

España tiene problemas económicos graves cuyas consecuencias son cargadas a todos los súbditos sin importar el daño que hacen a familias enteras. Miles de españoles han sufrido desahucios mientas los bancos confiscan viviendas que luego permanecen vacías. Perversidad que produce horror por la tranquilidad con que es tratado por el parlamento y gobierno; además, dan asco los intentos por diluir las protestas y denuncias de quienes son agredidos y embargados. No conocen el pensamiento humanista.

En el fondo existe temor. Parte de la sociedad española despierta del letargo en que estuvo imbuida desde los tiempos del dictador Francisco Franco y ven en el despuntar de América un ejemplo a seguir para hacer de su territorio un campo de vida republicana. La aparición de Podemos, el reencuentro del pensamiento crítico y la unión de voluntades progresistas mueve el piso a la derecha. Este movimiento puede emular las revoluciones americanas y convertirse en la vanguardia política, en la renovación de los poderes europeos.

¿A quién teme Rajoy? ¿Qué oculto temor corroe a diputados y diputadas de España? Crecen las expectativas y con ellas, las manipulaciones. Le corresponde al pueblo ibérico reflexionar sobre su vida política y decidir entre un futuro que promete felicidad y equidad en contraposición al modelo capitalista que sólo expolia su trabajo y su vida.