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16 de abril de 2024





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El Mamey, una época, nuestros personajes
Para el asuntino, El Mamey es sinónimo de alegría, seguramente por esa misma alegría del mameyero es que disfrutábamos ampliamente con las ocurrencias de nuestros personajes populares.
José Rodríguez Suniaga | cheitocarobo@hotmail.com

24 Abr, 2015 | El Mamey constituye una de las barriadas más representativas y populares de La Asunción. Su prestigio va íntimamente relacionado con su ubicación geográfica; en la parte más baja de la ciudad, de acuerdo con su trazado original. La ciudad se ha expandido, como es lógico, pero la conformación del barrio se mantiene casi sin alteraciones significativas. No resulta aventurado decir que El Mamey nació con La Asunción. Éste forma parte de su historia al lado de otros vecindarios como La Otra Banda, El Copey, Buenos Aires, El Otro Lado del Río, Las Huertas o la Portada que le daban a la ciudad su exacta conformación.

Para el asuntino, El Mamey es sinónimo de alegría, seguramente por esa misma alegría del mameyero es que disfrutábamos ampliamente con las ocurrencias de nuestros personajes populares. Lo asumíamos como nuestros y nos identificábamos con ellos. Eran parte fundamental del regocijo pueblerino de una hermosa época. Recordamos con el afecto sentido a Bartola Figueroa Cacaíto; Luis Obando, El King Kong que de niños nos hacía portarnos bien o comernos toda la comida; Juan Figueroa, el Juan Boquinete que tanta calentura nos hacía pasar a la hora de cargar el agua de la pila, ya que en cada oportunidad de llenado lavaba minuciosamente los baldes utilizados para cargar su agua; José Espinoza, el José ñeco experto en el arte de los fuegos artificiales; Julián Figueroa, experto y reconocido artesano de las conchas marinas, nuestro artista ingenuo por excelencia; Jesús Salazar, el chulero de nuestro cariño sincero, rey del sancocho criollo; Beltrán Montaño, el tango de polifónica voz de hombre, quien nunca dejó de ser niño, acompañante obligado de todas las actividades del pueblo y copiloto de las funerarias; Francisco Núñez, El Tejano, hombre de la farándula que vivía dividiéndolo; Oswaldo Figueroa, el Oswaldito de papabucho y Trina, el querido por todos, quien a pesar de su disfuncionalidad nos alegraba la vida; Jesús Obando el de Julita, experto matarife y ser humano de nuestro mayor y sincero afecto; la muda, su disfuncionalidad auditiva no era limitación para expresar su sentir dentro de la población, era la reina de la máquina de coser; Adonay Lárez, el personaje de conducta circunspecta que tanto miedo nos causaba; José Ramón Figueroa, Moncho el de Petrica, quien altaneramente se atribuía cargar y cuidar a gran parte de los muchachos de la época; Carlos y Chu María Rivas, El Cabuya y El Chivoque nos hicieron materializar los episodios vividos en las películas vaqueras. De igual forma nunca podremos olvidar las templadas y alborotadas peleas protagonizadas por Ignacia Figueroa, Juana “machanga” Figueroa, Pepa Salazar y Julia Figueroa, entre otras: insultos con una carga graciosa y de profunda ocurrencia salían de las bocas de cada una de ellas con el propósito de ganar las batallas verbales.

Como si estas vivencias no resultaran suficientes, a ellas se les agrega la acogida que les dábamos a todos esos personajes venidos de otras partes de la isla. De ellos recordamos a Julián el tuerto, Moncho el gato, Félix el ciego, Lalo el loco y más recientemente, Amparo la echa humo, marera proveniente de la Sabana de Guacuco quien a piedra limpia nos coleaba ante nuestro persistente grito de ¡echahuuumo!

Finalmente resulta incompleto reconocer nuestros personajes populares si no hacemos referencia a Jesús Rafael Marcano, El Chuito Trinquete de nuestros mayores afectos, admiración y querencia




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