17 Abr, 2015 | El bachaqueo que se ha convertido en una práctica generalizada, el contrabando, la especulación, el acaparamiento, el fracaso de muchas de las empresas tomadas por el Estado. La verdad es que el gobierno no la tiene fácil en el campo económico. Si bien el propio presidente Obama confesó el uso de medidas económicas para torcer brazos, lo que da veracidad a la denuncia de la guerra económica, el asunto va más allá; puesto que la desaparición y aparición del café, el azúcar y la sal no es asunto del imperio sino nuestro, criollito, pues la mayor parte de la producción de estos rubros está en manos del Estado. Otro asunto nuestro es el manejo de las divisas. Los precios de equipos del hogar, computación, oficina se han incrementado una barbaridad en bolívares. Al buscar la referencia en dólares la verdad es otra. Nadie desde el gobierno explica si estos empresarios reciben dólares oficiales, en cualquiera de sus modalidades. Es decir, no tenemos ni siquiera la posibilidad del pataleo cuando en una tienda nos quitan los reales. Aquí no se trata sólo de la guerra económica, sino de la falta de controles; pese a contar con los mecanismos del organismo que maneja las divisas y del Seniat.

Parece que el Estado se queda detrás en esta carrera del mundo económico. Por ejemplo, desde hace días la carne y el pollo desaparecieron. Por un lado se escuchaba el reclamo de los empresarios pidiendo un incremento en los precios; de parte del gobierno había un silencio absoluto. La incertidumbre se incrementa, las incomodidades son mayores a la hora de ir al mercado. ¡Al fin el gobierno anunció que le van a meter el diente al asunto! Nosotros, que nos hemos formado una mala idea de la mayoría de los empresarios, desconfiamos de sus alegatos, pero pueden resultar ciertos y vendrá un ajuste de precios. Ah, se aparece la otra cara del asunto: el respeto a los acuerdos. Es repetitivo en este país que muchos comerciantes se olvidan de los acuerdos en las mesas y vuelven a colocar el precio que mejor les parece. Y recomienza el tira y encoge, con el consumidor en el medio.

El bachaqueo, vaya, el bachaqueo, siempre está allí. El gobierno ha implementado mecanismos para combatirlo. Logra avanzar un poco, pero nuevas maneras de bachaquear aparecen. Es un entuerto bien feo. Vale la pena preguntarse, ¿por qué el bachaqueo con el cemento que es producido por el Estado? Alguien me dirá que también bachaquean con los celulares comercializados por el Estado. Que igual hacen con los automóviles que vende el Estado. ¿Será verdad que existen restaurantes que trabajan con pollos y carne de Mercal o Pdval? Uno se niega a creerlo, pero...

¿Qué puede hacer el presidente Nicolás Maduro ante esta realidad? Las horas del día no le alcanzar para pensar, repensar, idear salidas. Además, que debe ocupar su tiempo es responder a las agresiones de los gobernantes gringos, cuyo mandadero, el señor Obama, se empeña en pretender torcernos el brazo.

Nos tocar asirnos del optimismo mostrado por varios dirigentes del PSUV para seguir creyendo que es posible salir de este paquete económico, lanzado a la calle por los enemigos del gobierno y la incontrolable avaricia de los bachaqueros, muchos comerciantes y unos cuantos empresarios. Hay otros comerciantes que cierran sus negocios porque no quieren seguirle el juego a sus proveedores, aunque a la final le tiran el paquete al gobierno.