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19 de abril de 2024





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Las lágrimas de Cristo
Las lágrimas de Cristo han sido vertidas con una muerte implacable, y desde tu infinita misericordia en siete palabras todavía nos otorgas el perdón. Pero ante tanto dolor, mi prosa también en su agonía, ha fenecido.
Javier Antonio Vivas Santana

1º Abr, 2015 | ¡Jesús! ¿Por qué no he podido ver en tu historia el sentido de la bondad y el amor por el ser? ¿Qué he hecho con mi vida que no ha podido encontrar en tu camino los sentimientos del perdón y la resurrección vertidos en la sangre de aquella dolorosa cruz? ¿Adónde se fueron las palabras que Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos plasmaron sobre el decurso de tu evangelio?

¡Jesús! ¿Cómo puedo hacer para que mi prosa lleve tus pensamientos hasta mis semejantes? ¿En qué parte de tu omnipresencia y momento de tu omnisciencia debo predicar tus enseñanzas sobre quienes entregados al materialismo y la incomprensión sobre otros, pretenden cual fariseos rasgarse las vestiduras invocando un bien inexistente e hipócrita? ¡Jesús! ¿Por qué si en tus palabras puedo reencontrar el camino hasta la Nueva Jerusalén, las mías yacen perdidas sin encontrar ese camino hacia Damasco en el cual Saulo revertido en Pablo convirtió su vida hacia ti?

¡Jesús! ¿Es posible entender las razones injustas por las cuales debiste enfrentar un juicio condenatorio sólo por llevarle a tu pueblo las enseñanzas de Dios? ¡Jesús! ¿Dónde quedaron los cánticos de tus salmos y los aforismos de tus proverbios, sí el mundo se ha convertido en una desnaturalización sobre la sabiduría de tus palabras? ¿Es posible volver a comprender desde tus parábolas el sentido auténtico de tus ejemplos del cómo y el para qué vivir apartado de rencores, envidias y resentimientos?

¡Jesús! ¿Cómo revertir la pobreza del ser cuando se encuentra asociada por un maligno pensamiento apartado de tu benignidad? ¿Podremos algún día decir que vivimos a través de los sentidos de tu comunión cuando ni siquiera soy capaz de darle de comer al hambriento? ¿Por qué existe tanta cizaña protuberante en mi corazón, incapaz de discernir que estoy ahogado en el mal de las acciones, si esas mismas cizañas fueron colocadas en tu cabeza para que ese sufrimiento fuera parte de nuestra redención?

¡Jesús! ¿Por qué si levantaste tu voz de protesta contra aquellos escribas y fariseos llenos de pecado quienes pretendían que tu pueblo lanzara piedras contra aquella mujer adúltera, hoy, sin embargo, existen "sociedades" cercanas a tus espacios de historia que condenan a mujeres a morir lapidadas, sin que haya gobierno o voz poderosa en el mundo que lo reclame como lo hiciste, Señor? ¿Será qué hoy, el fariseísmo no está vinculado sólo por denigrar de tu Reino, sino por quienes amparados en su manto de poder, ex-profesan de tus palabras para ser cómplices de la perversión humana? ¿Pueden semejantes seres llamarse practicantes de tu doctrina y conocedores de tus prédicas si evaden la mirada ante tantas injusticias que aún ocurren en nuestro mundo?

¡Jesús! No tengo las respuestas a todas esas interrogantes. No quiero más tormento. ¡Señor! Las lágrimas de Cristo han sido vertidas con una muerte implacable, y desde tu infinita misericordia en siete palabras todavía nos otorgas el perdón. Pero ante tanto dolor, mi prosa también en su agonía, ha fenecido. Permite que tu resurrección también sea parte de nuevas palabras y nuevas acciones.




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