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19 de abril de 2024





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Situaciones kafkianas
La semana pasada desembarcó y emprendió la ruta de sus clientes habituales. Ninguna carnicería quiso recibir la carne, porque la Sundde las obliga a vender a un precio que no cubre los costos.
Manuel Narváez | narvaezchacon@gmail.com

26 Mar, 2015 | Puede ser que quienes hayan leído a Kafka olviden a los personajes de sus relatos; puede ser, incluso, que olviden los argumentos. Pero lo que nunca podrá olvidar un lector de Kafka es la sensación de desconcierto, de incertidumbre, de desconsuelo y, finalmente, de frustración y asfixia, que paulatinamente se va apoderando de nuestro espíritu a medida que pasamos las páginas. Y es que esas obras magistrales nos atrapan en una realidad absurda que sentimos, casi físicamente, como una tela de araña espesa y viscosa de la cual no podemos zafarnos.

La historia de Javier Barrientos, me hizo revivir esas sensaciones. Barrientos es un chofer que transporta carne refrigerada hacia la Isla. La semana pasada desembarcó y emprendió la ruta de sus clientes habituales. Ninguna carnicería quiso recibir la carne, porque la Sundde las obliga a vender a un precio que no cubre los costos. Con sus 10 toneladas a cuestas regresa a Punta de Piedras; allí la GNB retiene el camión y Barrientos da con sus huesos en un calabozo, acusado de acaparamiento. No sé qué habrá sido del infortunado chofer pero, en todo caso, le deseo mejor suerte que Josef K., el reo de El Proceso.

Igualmente kafkiana resulta la actitud del gobierno ante la crisis económica. Contra toda lógica, desestima el impacto de la disminución del precio del petróleo y en lugar de producir los ajustes que requiere a gritos la política cambiaria, y de corregir los ya abismales desequilibrios monetarios y fiscales; mansamente se encomienda a Dios.
Y la guinda de la torta. Ahora al presidente Maduro le ha dado por jugar a la guerra al estilo Mambrú. Imagino que luego de las intensas batallas de pirotecnia verbal, los generales de esta drôle de guerre retozan tiernamente con los versos que Nicolás Guillén escribió para niños antillanos: Un cañón de chocolate/ contra el barco disparó,/ y un cañón de azúcar, zúcar,/ le contestó.




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