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28 de marzo de 2024





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Réquiem para la madre siempre presente
Una sencilla existencia inundada de fortaleza y voluntad indomable, siempre presta a la práctica de humildad y paciencia.
José Rodríguez Suniaga | cheitocarobo@hotmail.com

27 Feb, 2015 | Con toda seguridad nunca leyó ni se interesó en los legados científicos de genios humanistas universales y tal vez, jamás alcanzó a escuchar sobre la obra de Albert Einstein, pero eso no fue impedimento alguno para asumir y practicar a plenitud su sentencia "sólo una vida dedicada al servicio de los demás, es digna de ser vivida". Y sin lugar a dudas que, el tránsito por la vida de nuestra adorada y siempre recordada madre, Carmen Mercedes, fue de auténtica samaritana: Hortelana de la Paz, el consuelo y la piedad.

Una sencilla existencia inundada de fortaleza y voluntad indomable, siempre presta a la práctica de humildad y paciencia, más no de sumisión. Mujer agigantada ante la adversidad y reconfortada en la Santa Voluntad del Señor. Así lo comprobamos en las dolorosas ocasiones que le tocó sufrir: la muy prematura partida del esposo amado (nuestro padre, Moncho Carobo) y de la hija tan querida (nuestra hermana Elys).

A cuatro años de tu siembra, recordamos tu firme presencia con rosario en mano, en las serenas cuentas, ofrecidos como expresión piadosa ante la siempre llorada despedida del vecino, del hermano, del amigo, expresadas entre cánticos, Padrenuestros, Avemarías y Letanía.

Al recordarte, madre, comprendemos en toda su magnitud lo que quiso legarnos en teólogo Leonardo Boff, "compadecerse es una manera de participar en el destino trágico del otro. Nunca se apagó totalmente en los hombres la capacidad de sentir en sí mismo el dolor padecido por el otro, porque el 'otro' nunca es solamente el otro; es un prójimo y siempre un hermano. Dolor compartido es dolor aliviado".

Ayer te adelantaste en el camino de la vida, hoy sigues presente y viva en nuestras vidas. Presente en nuestros espacios, viva en nuestros corazones; presente en nuestras obras, viva en nuestro espíritu de servicio; presente en los rostros alegres de las nietas consentidas: Diocarm, Annelys, Chonchi, Rosilys y Ronita y viva y presente en la vida recién iniciada de Elysa y Samanta.

Hoy, Ronald y yo, al elevar nuevas oraciones, agradecemos a Dios el permitir tu estancia en lugar cerca del Empíreo destinado a los cristianos que vivieron en su Gracia y bajo sus Mandamientos y aguardamos esperanzados, tal como lo expresara Leopoldo Espinoza a
los seis meses de tu siembra, que cada flor que brote de tus huesos, mamaíta, sea una siempreviva para el recuerdo permanente y ello nos ayude a seguir -en tu nombre- haciendo el bien a los demás.

Hasta el próximo zaperoco.




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