26 Dic, 2014 | Tienen razón aquellos que afirman que lo prohibido resulta más atractivo y si la prohibición parte de un gobierno, la tentación de desobediencia es mayor. Argumento que sale a relucir siempre que se decreta la Ley Seca (que en esta oportunidad se decretó sin mayores anuncios, pues el aspaviento de los anuncios parece pavoso en el gobierno del Camarada Maduro). En este caso de la Ley Seca hay dos realidades que desmienten esta teoría que toma ribetes de popular: a) En la práctica, con números en manos, se demuestra que con la aplicación de la Ley Seca disminuyen los accidentes de tránsito; y b) la mayoría de los comerciantes vendedores de bebidas alcohólicas pegan el grito en el cielo, lo que evidencia que la medida sirve para disminuir la venta de aguardiente en sus distintas modalidades.

Si existiese un aparato que midiese el nivel de codicia de un empresario, sería bueno aplicárselo a los directivos de la Cámara de Turismo del estado Nueva Esparta que declararon a la prensa contra la Ley Seca, señalando que la misma "afecta a la economía y el turismo en la región insular". A lo mejor el aparato revienta, pues no tendría capacidad para resistir tal nivel de codicia. A estos empresarios les importa un pito la acción del Estado en procura de disminuir los accidentes de tránsito, que es salvar unas cuantas vidas humanas, si esa medida toca en algo sus ganancias.

Veamos algunas cifras que nos ubican en el meollo del asunto: Venezuela está entre los primeros seis países con mayor número de muertes por accidentes de tránsito a causa del alcohol. Más del 60 por ciento de los accidentes de tránsito en nuestro país, tienen la ingesta de bebidas alcohólicas como principal razón. Son cifras reales que deben preocuparnos a todos. Así que nos resulta malévola, poco humana, la idea de oponerse a la Ley Seca porque "vendemos menos" o "porque la gente no tiene cómo divertirse". Vaya manera de darle la mínima importancia a la vida de los demás.

Lo más probable es que estos representantes de la Cámara de Turismo evoquen a Dios, la Virgen del Valle y cuanto santo se les venga a la cabeza; así como a lo mejor se escandalizan porque el Presidente Maduro se las canta claritas a los "representantes de Dios" en la tierra. Pero, muy cristianamente, consideran que es más importante la venta de bebidas alcohólicas que la vida de seres humanos. Cuestión de dinero en un sistema capitalista que sobrevive a punta de juntar reales por encima de cualquier consideración por los demás.

Las cuentas son claras: mientras más botellas de aguardiente se vendan, se incrementan las ganancias de estos empresarios del turismo, y al mismo tiempo muere un mayor número de personas en las carreteras. Bien por el "progreso" de Margarita.

Alguno de estos representantes de la Cámara de Turismo puede tropezarse en una avenida a un venezolano en silla de ruedas, situación a la que llegó en un accidente de tránsito gracias a la ingesta de alcohol. El empresario bajará la ventanilla de su automóvil último modelo y depositará en la mano del hombre un billete de diez bolívares. Y seguirá a su negocio. Le urge vender más y que más hombres caigan en las vías públicas.