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Escoja: freno o barranco Por su parte, el pueblo, chavista, opositor o independiente, le da otras denominaciones de las cuales vaina es la única publicable. Ángel Ciro Guerrero /
angelcirog@hotmail.com
26 Dic, 2014 | Tenebroso, difícil, amenazante, incierto y peligroso son algunos de los calificativos más atildados que la enorme mayoría de especialistas, nacionales y extranjeros, le endilgan al inmediato futuro que habrá de vivir Venezuela el venidero año 2015. Por su parte, el pueblo, chavista, opositor o independiente, le da otras denominaciones de las cuales vaina es la única publicable. Lo cierto es que será grave y sus extremos del todo impredecibles porque, que se sepa, cuando una crisis parecida a la nuestra afectó a algunas naciones europeas, los gobiernos buscaron cómo solucionarla. Para ello convocaron, dentro y fuera de sus naciones, a los mejores pidiéndoles encontrar la propuesta conveniente e implantarla con la aceptación de sus respectivos pueblos. En casos, ello involucró cambios de gobierno, comenzando todo entonces a funcionar adecuadamente. Eso fue posible porque los llamados acudieron y trabajaron con dedicación, dejando de lado sus personales intereses y diferencias ideológicas. Por su parte, el gobierno que los convocó hizo otro tanto, a sabiendas que su permanencia en el poder estaba en entredicho y reconociendo estar notoriamente señalados de culpables. Prefirieron salvar al país que a sus partidos. Un comportamiento que ayudó en mucho a la hora de escribirse la historia por cada uno de ellos protagonizada. Reconociendo errores que originaron o acrecentaron la crisis en sus naciones, tuvieron el coraje de entender y aceptar la urgencia de un frenazo a tiempo. Lo importante es que no se atrincheraron a defender lo indefendible sino que se abrieron al entendimiento vía el diálogo que lo exigía a gritos las multitudes en la calle. Esto evidencia que el destino de los pueblos no puede estar en las manos de un solo individuo, sea dictador, caudillo o presidente, militar o civil. No. Es responsabilidad que los pueblos les asignan a los gobernantes creyéndoles capaces de posibilitar el desarrollo que garantice progreso. Un compromiso que, si les resulta imposible concretar, porque no saben o no quieren aprender o dejarse ayudar, les marca un solo camino, el del cambio o la renuncia inmediata. Así de simple.
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