Porlamar
24 de abril de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






Maestros de ayer
Ese credo, lamentablemente, ha desaparecido de nuestros educadores actuales. El anecdotario es largo y ejemplarizante.
Ramón Ordaz rordazq@hotmail.com

26 Nov, 2014 | Ser maestro es una misión suprema, una virtud cada vez menos común. Tal vez muchos maestros del pasado se excedieron en severidad e intransigencia en cuanto a la ortodoxia pedagógica que practicaron, pero sobran los testimonios de sus discípulos que, entre los saldos positivos de su aprendizaje, entran esos singulares personajes de ejercicio cuartelario y de cívica conducta. Hace apenas cinco o seis décadas que nuestros maestros y profesores predicaban bajo la divisa ancestral de formar la generación de relevo; la misión de educar sin reparo alguno. No existía tanta alharaca oficial, tanta preocupación autoritaria desde los centros de poder educativo. Más allá del empleo y la remuneración, el maestro daba inicio a su misión sagrada.

Ese credo, lamentablemente, ha desaparecido de nuestros educadores actuales. El anecdotario es largo y ejemplarizante. Es que la franquicia de educar no era potestad única del maestro, sino que los padres los secundaban en lo que era verdaderamente –valga la redundancia- un Plan Maestro. Cómo no recordar el libro de relatos "Cada quien carga su cruz", de Rómulo Quijada. Su velado amor por la maestra Eucarys, regañona y exigente ante la inconstancia de su alumno frente a las tareas impuestas, termina por conducir al narrador de la historia a mudarse de escuela, hecho que desnuda los lazos afectivos maestra-alumno y construye el meollo de hermosos relatos impregnados de tristes recuerdos en los que la imagen del maestro gira como pivote en el entorno familiar.

Otro relato digno de citar es "Maestro Fiel", incluido en el libro "Margarita infanta", del escritor Francisco Suniaga. La fama de severo y fiero del maestro Fiel Malaver es una estupenda crónica que da cuenta de aquel docente de 4° Grado que impartía clases en la escuela Francisco Esteban Gómez de La Asunción. La nostalgia conque lo recuerda y le rinde homenaje Suniaga merece, para no aguar el cuento y excedernos de egoístas, que nuestro lector se pasee por las páginas del asuntino. Para un notable ensayo da el poema "En torno a la muerte de Ángel Noriega Pérez, el maestro", de José Rosa Acosta. Perdurable, elegíaco, el poema es una escultórica de la memoria: "Oh, Ángel, libro mío!,/ libro de cuentos:/ Este era un viejo que tenía/ un jagüey…/ el agua era de todos./ La sed era del viejo". Cómo no dar cuenta, asimismo, del texto de Jorge Luis Borges "El testigo". El gran poeta argentino se pregunta: "¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, qué forma patética o deleznable perderá el mundo?", y extendiendo la pregunta pone pie en el estribo y deja en el firmamento "la voz de Macedonio Fernández". En una proyección de continuidad, nada más y nada menos que su maestro y el de Julio Cortázar.

Lamentablemente las generaciones actuales marchan a la deriva, sin centros de gravitación, sin referencias a la vista, a espaldas de esos faros que empiezan a apagarse.




Contenido relacionado












Locales | Sucesos | Afición Deportiva | Nacionales | Internacionales | Vida de Hoy | Gente Feliz | 50° Aniversario | Opinión


Nosotros | HISTORIA | MISIÓN, VISIÓN Y VALORES