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"¡Se fue la luz!"
Así va y viene uno en su espacio porque uno intenta, uno realmente intenta olvidarse un poco de la realidad; un poco, sí, un poco porque, cuando uno se va a bañar y nota que ya sólo le queda un jabón y poco champú.
Dalal El Laden ladendalal@hotmail.com

22 Nov, 2014 | Uno lo intenta, realmente uno lo intenta. En casa, uno intenta olvidarse un poco de la realidad. Uno lo intenta a su manera, por ejemplo, escuchando la música que más se ama, porque uno la escucha y uno se siente piano, flauta, violonchelo, mientras uno lee, cocina, escribe, lava, juega con los gatos, con los perros, y uno hasta se cree tenor y soprano al estar entre las macetas, cantándole a las plantas al refrescarlas y al liberarlas de sus hojas tristes.

Así va y viene uno en su espacio porque uno intenta, uno realmente intenta olvidarse un poco de la realidad; un poco, sí, un poco porque, cuando uno se va a bañar y nota que ya sólo le queda un jabón y poco champú, se presenta la realidad;

un poco, sí, un poco porque, cuando uno va a cocinar y recuerda que no tiene harina, se presenta la realidad; un poco, sí, un poco porque, cuando uno va a lavar y ve que ya sólo tiene un puño de jabón en polvo, y que no hay otra opción más que rallar el único jabón azul en barra que queda, se presenta la realidad;

un poco, sí, un poco porque, cuando a uno ya se le está acabando el medicamento que necesita, se presenta la realidad;

un poco, sí, un poco porque, cuando uno intenta no desahogar con lágrimas la misma tristeza de las hojas de aquellas mismas plantas, subiéndole todo el volumen al equipo de sonido, para que la voz interior de uno calle al ir y venir con la orquesta, hasta sentirse uno violín, trompeta, arpa y hasta creerse uno tenor y soprano, y todo parece estar bien, de repente la orquesta es la que calla dándole lugar al "¡Se fue la luz!2 de los vecinos... y se presenta la realidad;

un poco, sí, o menos que un poco porque, con la oscuridad –en todos los sentidos-, es la misma realidad la que hace regresar al llanto de uno que ahoga hasta a la más joven flor en la maceta, ahogando a su vez el intento de que, al menos con el arpa y el violonchelo, uno pueda olvidar un poco, o menos que un poco, tanto dolor.




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