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28 de marzo de 2024





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El Estado regalón y la gorra del niño
Resulta que en un muelle se estaba ahogando un niño, un marinero saltó al agua y le salvó la vida.
Walter Castro Salerno/ walterjosecastro@yahoo.es

1 Nov, 2014 | El Estado paternalista, verdadero “Don Regalón” munificente por la riqueza petrolera ha devenido en una amenaza peligrosísima para la estabilidad y el futuro del proceso iniciado por Chávez hará casi 15 años. Un proceso revolucionario, verdaderamente transformador no tan sólo, o esencialmente, de las estructuras sociales, sino de la mentalidad, del pensamiento de las gentes requiere ante todo formación de la conciencia de vivir en un país diferente a aquél anterior, llamado de la IV República, tan criticado, tan repudiado, del clientelismo electoral, de las regalías y las dádivas.

Se trata de crear una nueva colectividad basada en el uso racional de los recursos, en el entendido del sacrificio que todos debemos y tenemos que hacer. Es decir una sociedad solidaria, ajena al “pájarobravismo” criollo, ferozmente dañino e inmoral, a las colas de los bachacos acaparadores, usureros y agiotistas, al enriquecimiento sin tasa, medida ni justificación. Esto lo hemos afirmado siempre: el Estado “Don Regalón” corrompe, frustra y aniquila un proceso revolucionario.

Ahora, con una entrega reciente de casas por el gobierno regional a un grupo de familias necesitadas de techo, allí, en la isla de Coche y las exigencias exageradas de más dádivas por parte de aquéllas en que además de las viviendas que les está dando el gobierno, pedían equipamiento completo, aparatos de aire, enseres electro-domésticos y demás periquitos, nos los confirma. Y viene el caso y me recuerda un cuento inglés, muy ingenuo, y creo que lo leí en algún discurso memorable del viejo Churchill.

Resulta que en un muelle se estaba ahogando un niño, y un marinero saltó al agua y le salvó la vida. Como a la semana, rondaba una mujer por el puerto, y reparó en el marinero. Le dijo la mujer: “¿Fue usted quien salvó la vida de mi hijo la semana pasada?” Repuso el marinero modestamente: “Pues sí fui yo”. “Ah le buscaba, -incrépale la mujer- ¿dónde está la gorra del niño?”.




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