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19 de marzo de 2024





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El don de entendimiento
El hombre creyente tiene una ayuda para penetrar el pensamiento de Dios y es el don de entendimiento. No es una cualidad intelectual natural, sino una "gracia", un regalo, que Dios nos concede para que podamos comprender sus pensamientos y sus acciones.
Oswaldo Pulgar Pérez/ opulgarprez6@gmail.com

30 Oct, 2014 | Sería un atrevimiento de parte nuestra querer entender a Dios. Lo impide la distancia infinita entre los dos seres. Pero eso no quiere decir que no podamos saber nada de Él. Cuando vamos a ver una película en tercera dimensión nos ponen unos anteojos con los que descubrimos unas dimensiones ocultas. Si nos los quitan, todo volverá a ser como antes, como ocurrió con la cenicienta. Los misterios divinos no son muros que impiden ver, sino ventanas que se abren al infinito. Así, el conocimiento de fe es inagotable.

El hombre creyente tiene una ayuda para penetrar el pensamiento de Dios y es el don de entendimiento. No es una cualidad intelectual natural, sino una "gracia", un regalo, que Dios nos concede para que podamos comprender sus pensamientos y sus acciones. Ese regalo lo infunde el Espíritu Santo y así descubrimos los planes de Dios para cada uno. Pero hemos de querer descubrirlos. Dios no obliga.

Con ese don, el Espíritu Santo abre nuestros ojos para que podamos ver más. Como cuando utilizamos el microscopio o el telescopio. Aparecen unas realidades que ya estaban allí, pero que antes no veíamos. Como aquellos discípulos de Emaús cuando Jesucristo se les apareció en el camino. Al principio no le reconocieron. Cuando se fue, notaron la diferencia, hasta el punto que se dijeron uno al otro: ¿No es verdad que se encendían nuestros corazones cuando nos explicaba las escrituras?

Del mismo modo, el don de entendimiento ensancha nuestra capacidad de conocer. Sin llegar a agotar los planes de Dios, los comenzamos a intuir. Dios nos va revelando lo que nos tiene preparado. Pero no nos cuenta el final, sino que nos pone en camino hacia él. Por eso debemos tratarlo a través de la oración mental y los sacramentos como la Reconciliación y la Eucaristía. Ese conocimiento nos permitirá discernir el pensamiento de Dios e ir más allá de la simple visión. Comprenderemos mejor sus palabras y las acciones con las que va entretejiendo la historia de cada uno.

Los hombres damos siempre un significado muy restringido a la palabra amor. Tanto, que somos incapaces de valorar su alcance. Como aquella película en que la mamá, con una máquina reductora que inventó el esposo y que ella no sabía utilizar, encoge a sus hijos al tamaño de unos insectos. Así somos de limitados. El Amor de Dios por cada uno es una plenitud de amor que se recrea en nosotros y nos tiene identificados desde toda la eternidad. A cada uno, nos sigue paso a paso.




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