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Jose Gregorio Hernández, El Siervo de Dios Apenas contaba con un poco más de 13 años de edad cuando bajó de la sierra trujillana hasta Caracas, decidido a estudiar medicina. Manuel Acevedo Ramírez / anuelacevedoramirez@gmail.com
26 Oct, 2014 | El doctor José Gregorio Hernández Cisneros, el bien llamado Siervo de Dios, en proceso de canonización por la Santa Sede, nació un 26 de octubre, hace exactamente ciento cincuenta años, en Isnotú, distrito Betijoque, hoy municipio Rafael Rangel, del estado de Trujillo y fue bautizado en la iglesia del Dulce Nombre de Jesús de Escuque, el día 30 de enero de 1865. José Gregorio le había confesado a su padre su deseo de estudiar leyes en Caracas, pero Don Benigno lo convenció de que debía estudiar medicina y él, obediente hijo, aceptó la orientación de su padre y a partir de ese momento tomó la medicina como su propia vocación, quizá porque veía en ella una manera de expresar su natural inclinación a ayudar a los demás. Apenas contaba con un poco más de 13 años de edad cuando bajó de la sierra trujillana hasta Caracas, decidido a estudiar medicina. Habría de preparar el bachillerato en el Colegio Villegas, uno de los mejores de la época. No pasó mucho tiempo sin que por sus cualidades de estudiante y su carácter serio, destacara entre sus compañeros. Con 17 años José Gregorio ingresó a la Universidad Central de Caracas y luego viaja a Europa a cursar estudios de especialización. De regreso a Venezuela, se dedica a la instalación del laboratorio de fisiología experimental que con no pocos esfuerzos y sacrificios había adquirido en París. A las pocas semanas, a principios de noviembre de 1891, el presidente de la República para aquel entonces, dictó un decreto mediante el cual se establecía en la Universidad Central de Venezuela los estudios de histología normal y patológica, fisiología experimental y bacteriología. Al día siguiente, el ministro de Instrucción Pública dictó una resolución en la que se nombraba a José Gregorio catedrático de esas materias. En realidad, estas cátedras habían sido creadas especialmente para él, pues era para la época, el único verdaderamente capacitado para desempeñarla. Este acontecimiento convirtió a José Gregorio en un verdadero precursor de esas disciplinas científicas en Venezuela. Dando un ejemplo de abnegación poco común, José Gregorio se presentó a desempeñar su labor a la mañana siguiente del nombramiento. El reconocimiento oficial a la ciencia del doctor Hernández, sumado a los modernos conocimientos y a la valiosa experiencia que había adquirido en Europa, le garantizaron una favorable acogida en los medios profesionales de Caracas. Pero, amén de esas cualidades indiscutibles, en opinión de muchos, fue su carácter afable y comprensivo lo que lo identificarían como el Siervo de Dios. Porque, más que un genio o un médico abnegado, José Gregorio fue lo que todos coinciden en señalar; un santo al servicio de la salud de sus semejantes, que hizo milagros durante su paso terrenal y ahora, desde el infinito de los cielos.
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