23 Oct, 2014 | Jean-Jacques Rousseau planteó que "el hombre es bueno por naturaleza" y bajo ese calificativo concibió que el entendimiento y la educación pudieran despertar la bondad innata del hombre. De modo que he tomado este insumo para puntualizar algunas ideas.

Aquellos que han logrado purgar toda la maldad que contaminaba su naturaleza y haber decidido actuar con pureza de intenciones y con unos corazones honestos y generosos, esos son gente decente y valerosa.

Entre esa gente se encuentran quienes asumen que quedar bien respecto de la palabra o promesa empeñada es la mejor picardía.

Hay quienes se esfuerzan por trascender asumiendo cometidos en beneficio de otros porque sienten el connatural compromiso con aquellos que creen en la honestidad y presumen la buena fe de la gente que promete hacer una labor, emprender una tarea o entregar algo y cumplir porque se juegan el honor y la reputación.

No se trata pues de malvadas mentes maestras que maquinan la manera y forma de "quedar mal", sino por el contrario de gente que persigue dejar un sabor dulce en el paladar de quienes en ellos creen y confían pues entienden que todos lo ojos están puestos en su forma de actuar o proceder y que catapultarán su prestigio por bueno o por malo y en cuya escogencia es mejor fortalecer la credibilidad y demostrar que están hechos con el mejor insumo.

La gente decente piensa en el futuro, valora el legado que deja a sus hijos y tiene presente lo importante que es el buen nombre y la trascendencia del apellido familiar.
La gente decente y valerosa sabe, como puntualiza Baltasar Gracián que la honra es el trono de la rectitud y el oro vale según su peso y la persona según su peso moral.
Se deben hacer cosas honorables, lo que indica una cabeza y un corazón perfectos. Ambos nacen de la superioridad del ánimo. Las palabras son las sombras de los hechos. Unas son hembras y otras son varones. Es más importante ser celebrado que celebrar. Hablar es fácil y hacer difícil. Los buenos hechos son la esencia de la vida y las nobles palabras el adorno. La importancia de los hechos perdura, la de las palabras no. Las acciones ilustres son el fruto de la prudencia. Los dichos son sabios y los hechos son poderosos.

Quedar bien es la mejor trampa.