22 Oct, 2014 | Como acostumbro cada cierto tiempo, estuve recientemente dando una vuelta por Altagracia -mi pueblo margariteño- con la intención de saludar y compartir con amigos y familiares, rebuscando recuerdos en añoranzas, sumergido en el remolino embustero de los tiempos al que todavía no termino por perderle el miedo. Salimos desde el aeropuerto de Valencia con "disculpas por el inconveniente ocasionado" y "demora programada" de tres horas; libreto idéntico se cumplió al regreso en las “alas de Venezuela".

Después de regatear con un taxista nortero que ya despedía su guardia, lo convencí de que no soy turista y me dejó en la puerta de casa, donde lo primero que hice fue comprobar que no exageraba mi hermano "el ñeco" –el zapatero- al asegurarme que el teléfono tiene más de 20 días con un desperfecto, a pesar de que se ha reportado varias veces a la empresa que une a la gente. Pero lo bueno es que no pela por lo menos una llamada diaria, en la que una vocecita chocantona ella -y quién sabe si burlona- pregunta que si te resolvieron el asunto del aparato. En caso afirmativo, debes marcar uno; de lo contrario, puyarás el dos, aún no sé para qué. También debería haber una opción tres. ¿Qué estará pasando con los amigos de Cantv que desatienden los reclamos en un servicio que es fundamental para tantas actividades, en este espacio de guerra económica tantas veces esgrimido por el Gobierno nacional? Me desconcertó ver al gentío esperando con resignación la llegada de los camiones a los negocios de chinos, que ríen con disimulo frente el desespero criollo. Pude constatar el vigor de la viveza en los bodegueros "Jateros", que se simplifica en salir del compromiso vendiendo algunos kilos de harina precocida (o precocinada) para justificarse ante la fila de aspirantes, y más tarde como en un suspiro, en plena calle principal, empiezan a desfilar carros particulares para llevarse hasta cuatro pacas. ¿Cuál será el negocio? Esta situación, a la que desafortunadamente ya parecemos acostumbrados, contrasta por ejemplo con rimbombantes declaraciones de César González, presidente del Consejo Legislativo de Nueva Esparta, alabando el funcionamiento efectivo para distribuir alimentos en la Isla.

Y aprovechamos para suplicarle que mande algo rumbo a Altagracia, donde están pasando las de Caín y su familia porque el mapire está cada vez más alto. Finalmente exijo a mis amigos, encabezados por el músico y hermano Jesús Rojas, que hagan una vaca para retribuirme lo que gasté en pasajes y tiempo durante este viaje, ya que debí pasar ocho días bajo el desamparo de una mata de guayacán porque todos ellos estaban afectados con el virus chikungunya (que allá llaman "Chico Julia") y sin esperanzas de mejorar, puesto que no se consigue acetaminofén. Así que no me quedó más remedio que entregarme a Aeropostal y embojotarme en mi guarida de Maracay.