28 Ago, 2014 | Por ahí andan unos zoquetes echándose agua fría encima y que para ayudar en la investigación de una enfermedad que tiene un nombre tan enredado, que muchos de ellos se quedarían helados sin echarse el remojo, si antes de hacerlo se enteraran que esa plaga solo ataca a personas cercanas a los 70 años, y que apenas se da anualmente dos casos por cada 100 mil cristianos; es decir, bastante menos que la cantidad de adultos que se mata diariamente en las carreteras, menos que los adolescentes que fallecen por suicidio y muchísimo menos que la cantidad de niños que mueren por bombardeos de un lado y de otro, en todas las guerras, invasiones y querellas que, seguramente algunos de los empapados han apoyado a la calladita.

También se quedarían temblando si supieran la cantidad de muertos que deja un resfriado, que es lo menos que pueden coger esos mojones por echársela de retadores. Además, bañarse con agua no tiene mucha gracia, aunque sea congelada. Quizás si hubieran escogido algo más pegostoso, el baño sería más interesante… y retador. O en todo caso, en vez de agua helada, ¿por qué no escogieron agua hirviendo? Eso sí que hubiera echado el negocio pa’ lante porque más de uno correría a dar su donativo antes que otro lo retara por maldad.

Por otro lado, el acto de ducharse es un momento de tanta intimidad que a excepción de los baños turcos, todos los demás son individuales para que tanto el hombre como la mujer puedan asearse sin recelo y pongan a correr en esa encerrona todas las fantasías que pasen por su mente. Entonces, ¿por qué hacerlo público? Si cada vez que yo me bañe le voy a mandar una película o un retrato a mis amigos, creo que van a pensar otra vaina.
Parece ser que son más que todo las llamadas celebridades quienes se han echado el cubo de agua con hielo encima. Muchos de ellos ya fueron famosos el día que salieron de un clóset y al igual que ahora retaron a otros. No sé quiénes se atrevieron esa vez porque ese reto no incluía video.

Retos los de antes, cuando dos muchachos por tan solo “quítame esta pajita de la oreja”, se retaban en la escuela para caerse a puños en la calle, no sin antes sacarse toda la descendencia; y uno iba detrás jochando y apostando a ver quien salía más reventado. Los duelos de las hembras eran mejores, porque además de guindarse por las greñas enseñaban el color de las pantaletas y uno salía contento.

En fin, cada quien merece sus cinco minutos de fama, y cada cual se da la fama que más le conviene; y sea bañándose, raspándose el coco o pelándose otra cosa como hacía la cotorra, el mundo sigue su marcha. Yo por mi lado prefiero bañarme en la playa y tomar mi taza de chocolate con la mujer mía todas las noches.