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Ajuste por corrupción
Es evidente que esa política cambiaria, más rígida que la anterior, fracasó.
Leopoldo Puchi

28 Ago, 2014 | El control del precio de las divisas puede ser un instrumento adecuado para garantizar una distribución de la renta petrolera favorable a los sectores populares. Ahora, es indispensable que esa política se maneje adecuadamente, con ajustes periódicos y con inyecciones programadas al mercado paralelo, para así nutrir una porción de la demanda dirigida a la repatriación de capitales. Fue lo que se hizo hasta junio de 2010, cuando se le puso fin al dólar permuta y a la venta de dólares que hacía Pdvsa a través de algunas casas de bolsa.

Es evidente que esa política cambiaria, más rígida que la anterior, fracasó. Esto por varias razones: los empresarios nacionales ya no tenían forma legal de adquirir dólares para sacarlos al exterior, por lo que presionaron de manera muy fuerte para obtenerlos por los mecanismos de la corrupción; hubo un crecimiento exponencial de la masa monetaria, en particular la dirigida a Pdvsa y, por razones electorales, se incrementó de manera desmesurada el gasto público. Estas circunstancias crearon una brecha muy grande entre el dólar oficial y el negro. Y se dejó una deuda de divisas por liquidar de trece mil millones de dólares.

Desde un principio se sabía que era muy difícil que no fracasara el nuevo sistema cambiario creado en 2010. Para evitarlo, se hubiera tenido que contar con una plantilla de altos funcionarios incorruptibles en tres áreas: en el corazón del sistema cambiario, Cadivi y Sitme; en las aduanas y en la vigilancia fronteriza. Al no contarse con ese personal, el sistema cambiario se derrumbó.

Así pues, los dólares que se asignaron para traer mercancías sirvieron para repatriar dividendos. Algunos bancos crearon empresas fantasmas que obtenían las divisas. Luego se las vendían a los empresarios nacionales, que protegían de este modo sus ganancias en el exterior. Es un entramado en el que la parte más visible del iceberg son "las empresas de maletín", pero en realidad éstas actuaron como fachadas de banqueros y dueños de grandes y medianas empresas.

Nada de esto hubiera ocurrido si el Gobierno hubiera podido contar con profesionales comprometidos con el ideal socialista. Pero en lugar ello, los funcionarios de Cadivi y el Sitme se convirtieron en una casta que tomó un pedazo de las ganancias cambiarias, una porción del iceberg. Todo bajo la mirada complaciente de los ministros del área económica.

En estas circunstancias, no tiene sentido insistir en el mismo sistema cambiario implantado en 2010. Los cuadros revolucionarios honestos y profesionales no se van a formar de un día para otro. Y los desequilibrios macroeconómicos se han desbordado. Esta es la realidad que justifica una flexibilización del sistema, es decir, un ajuste gradual de las políticas cambiarias, fiscales y monetarias. Por lo general se habla de "ajustes por inflación", en este caso se trataría de "un ajuste por corrupción".




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