22 Ago, 2014 | Botado de los mejores astilleros que los planificadores del futuro nacional habían instalado en tiempos de democracia en Venezuela, estuvo navegando por los siete mares del mundo con buen tino que le marcaba excelente rumbo. El Puerto Libre, un gran buque, acorazado mejor, que durante largos años siempre atracaba en Nueva Esparta repleto de variada mercancía, con precios al alcance de importadores y consumidores.

Sirvió, además, como instrumento poderoso de un desarrollo turístico, comercial y urbanístico que posicionó a Margarita y Coche como uno de los mejores destinos turísticos caribeños. Pero también ese buque, que navegó tranquilo, seguro y sobre todo muy bien capitaneado, cambió a los margariteños para mejor, en todo sentido y a los venezolanos de tierra firme les abrió las puertas a nuestras islas. Ese buque hizo que los insulares conocieran al resto del planeta a través de la inmensidad de productos que nos traía en sus bodegas. Todo de todo, que transformó a Nueva Esparta como el estado de Venezuela con mayor calidad de vida y el mejor sitio para invertir.

Y agreguemos: logró que Nueva Esparta hiciese permanentes aportes económicos y fiscales extraordinarios al Producto Interno Bruto. Convirtiendo a nuestro estado en el tercero en recaudación del ISLR. Dinero que mucho ayudó al mejoramiento de la otra Venezuela. Ese impacto económico -obra de la democracia, recuérdese- sirvió también para que las alcaldías y el gobierno regional fortalecieran sus ingresos. Pero un día ese buque empezó a hacer agua. Y no porque los tripulantes abandonasen sus obligaciones. Sino porque las nuevas autoridades que llegaron vestidas de rojo, que dijeron ser revolucionarias, un día de 1998, decretaron su hundimiento.

Por no creer en la empresa privada. El Puerto Libre empezó entonces a deteriorarse poco a poco, contrayendo el crecimiento el desarrollo económico y social que había generado. Tal situación generó escepticismo en todos los sectores y factores sociales, económicos y políticos que advertían el inminente peligro. Sus innumerables SOS nunca llegaron a Miraflores. Hasta que uno de los marineros pegó el grito. Pero tarde, porque el buque había encallado. Y, que se sepa, a la fecha, no se ve en el horizonte intención alguna de reflotarlo.