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La política, ese noble oficio
En la superación de ese prejuicio está la clave para que la política produzca lo que se espera de ella: civilidad y bienestar.
Manuel Narváez / narvaezchacon@gmail.com

21 Ago, 2014 | Juan Carlos y Karina han convertido al pasillo frente a Tecnibooks, su librería en el Centro AB, en un lugar amable para celebrar la creación literaria y el placer de la lectura. Allí, con cierta regularidad, en complicidad con Fernando Escorcia (impecable maestro de ceremonias, álter ego de Campito), acogen a un entusiasta auditorio.

En ese ambiente, el jueves pasado Rafael Arráiz Lucca hizo la presentación de su libro "Empresas venezolanas, nueve historias titánicas". Se trata de historias contadas, no tanto como la cronología de unidades de gestión, sino como el riguroso relato de la evolución de grandes emprendimientos; es decir, de empresas en el sentido de "acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo" (DRAE).

Durante el intercambio de opiniones que se produjo luego de la erudita disertación de Arráiz, surgió el comentario que inspiró este artículo. Se dijo que las deficiencias en las políticas de impulso al emprendimiento se deben a la escasa formación de los políticos, especialmente en historia de Venezuela (el expositor recordó la "boutade" de Betancourt exigiendo que para ser político debería ser obligatoria la lectura de los 14 tomos de la Historia de Venezuela, de González Guinán).

Es cierto que el nivel de formación de los políticos venezolanos es muy bajo y que, en general, no tienen mucho interés en superar sus limitaciones. Pero el verdadero drama para nuestro país, es que quienes alcanzan altos niveles de formación rechazan, e incluso desprecian, la política.

Comentó Arráiz que en Gran Bretaña, buena parte de la dirigencia política proviene de Oxford y Cambridge. En Venezuela por el contrario, opino yo, las élites intelectuales consideran que el oficio político es espurio e indigno; por eso, en las raras ocasiones en que se acercan a él, lo hacen desde la perspectiva de la antipolítica. En la superación de ese prejuicio está la clave para que la política produzca lo que se espera de ella: civilidad y bienestar.




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