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19 de abril de 2024





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A raíz del problema
Marx, con su célebre teoría del valor contribuyó a clarificar, por medio de la introducción del elemento social como clave en las relaciones capital-trabajo para la producción de la riqueza, muchas zonas oscuras de la ciencia económica del siglo XIX.
Walter Castro Salerno / walterjosecastro@yahoo.es

2 Ago, 2014 | Con esto del alza (¿deberíamos decir sinceración?) del precio de la gasolina, en Venezuela, hemos llegado por fin y al fin, a conocer en persona, a ésa dama tan altiva, quisquillosa, antojadiza por voluntariosa, esquiva por voluble, que es la Señora Economía. Se devanaron los tejidos cerebrales, padecieron insomnios y delirios, los muchos sabios que en el mundo han sido para acercarse a ella. Cortejarla, como se hace con mujer fina y guapa y hermosa: con zalamerías y halagos. A su estudio, desde la antigüedad greco-latina e imbuida por la filosofía aristotélica se formaron los criterios básicos de lo que más tarde sería la Ciencia Económica.

¿Por qué y cómo se produce la riqueza? ¿Cuáles son los factores de la producción? ¿Cómo se genera la renta? ¿Cuáles deberían ser los principios que guían una distribución justa o, al menos equitativa del esfuerzo y la participación de todos los actores que propiciaron el acto de generación de la riqueza? ¿Cuál es el valor de un bien específico en un espacio determinado y en cierto momento? ¿Y cuál es su precio? La religión de la escuela clásica inglesa por la escritura de sus máximos apóstoles, Adam Smith y David Ricardo, y la francesa por Montchréstian despejaron gran parte de tan acuciantes preguntas.

Marx, con su célebre teoría del valor contribuyó a clarificar, por medio de la introducción del elemento social como clave en las relaciones capital-trabajo para la producción de la riqueza, muchas zonas oscuras de la ciencia económica del siglo XIX. Avanzando en éste áspero siglo XXI, y todavía con gentes de pensamiento anquilosado, arcaico, a quienes los cascotes del derrumbado muro de Berlín aún les tiene las cabezas aturdidas aquí en nuestro país, habían creído que con subsidios, dádivas, y el Estado benefactor, llevado a su máxima expresión, el Estado "Don Regalón" para caracterizarlo con este mote, la economía podía marchar tranquila y armoniosamente. Ahora tropezaron con este pequeño gran problema. Mejor sea dicho: Con la raíz del problema. ¿Puede seguir siendo viable un modelo económico rentista, dependiente de la explotación y exportación de un solo producto? ¿Puede seguir siendo subsidiada la economía nacional? ¿Hasta qué nivel podrá expandirse el gasto público, con masivos y elevados endeudamientos alimentando además poderosas presiones inflacionarias, sin comprometer gravemente el equilibrio económico, social y político del país? Tal la raíz del problema.




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