31 Jul, 2014 | En 2001 se acuñó el término BRIC, acrónimo de Brasil, Rusia, India y China. Luego se le añadió Sudáfrica, para dar lugar al Brics. En principio, era una referencia indicativa que se refería a grupo de países que, sin estar concertados en un agrupamiento, destacaban en el escenario mundial por el peso que habían adquirido por en la economía mundial. Posteriormente se integraron como una asociación con propósitos comunes, con la disposición a unir esfuerzos para equilibrar los poderes de la eco y el Banco Mundial, marcadas por el predominio de los intereses de Estados Unidos, y para propiciar una nueva moneda de intercambio comercial global distinta del dólar.

Se trata de un paso de envergadura que tiene un impacto no sólo en el área económica sino también en las relaciones internacionales de poder, pues favorece la creación de un esquema mundial multipolar, más democrático, asentado en instituciones más equitativas y representativas de la mayoría del planeta. Obviamente una evolución del acontecer que es vista con inquietud por Washington, Tokio y otras capitales de países, que apuestan al fracaso de esta iniciativa y a que no pase de la palabra a los hechos. Pero en la reunión de Brasil, el Brics pasó de manera visible y firme de las declaraciones de buenas intenciones a la concreción de acuerdos prácticos de gran potencial. Se creó el Nuevo Banco de Desarrollo y el Acuerdo de Reservas de Contingencia, su propio fondo monetario.

Al mismo tiempo, el Brics fue más allá de la agenda económica y emitió una declaración sobre los conflictos de Irak, Palestina y Siria con una visión diferente a la de la OTAN. Igualmente,se organizó un encuentro con los presidentes de Unasur y con la Celac y se anunciaron inversiones en el continente para el desarrollo de la infraestructura y el impulso de centros de producción industrial. Una alianza que puede ayudar al progreso del continente sin el costo de la subordinación geopolítica. En este cuadro se inscribe el encuentro bilateral de los mandatarios de Rusia y Venezuela, así como la visita del presidente de China a Venezuela, donde se suscribieron importantes acuerdos de naturaleza integral y estratégica. Para países como Venezuela y todos aquellos que tienen la esperanza de que se cree un nuevo orden mundial, la reunión de Brasil es vista con satisfacción. Sin embargo, una parte de las élites latinoamericanas está de duelo.

Es el caso de un sector de la oposición venezolana. O bien guardaron silencio, a pesar de la importancia del acontecimiento, o bien bombardearon abiertamente las cumbres de Brasil con más celo que los propios funcionarios estadounidenses. Aves agoreras que esperan que las disputas internas en el Brics ahogue la iniciativa. Pero luego de la reciente cumbre hay razones para ser optimistas. La multipolaridad luce como una dinámica inevitable, conveniente para todos los países del mundo, incluso para Estados Unidos, cuya población se encuentra agobiada por el peso de una costosa política de expansión militar.