31 Jul, 2014 | Mi compadre Felipe Velásquez tiene un amigo en Pedregales que suele pregonar, con vulgar desparpajo, que su filosofía de vida es la búsqueda y el consumo insaciable de las tres P: Putas, Plata y Puerco. Este hedonismo desenfrenado, esta suerte de epicureísmo decadente (¿recuerdan "La Gran Comilona" de Marco Ferreri?) contrasta con la propuesta de Germán Carrera Damas.

Según el historiador cumanés, son otras tres P las necesidades fundamentales del hombre: Procedencia, Pertenencia y Permanencia. Afirma que, de la calidad de la respuesta a estas necesidades dependen la serenidad espiritual, la potencia intelectual y la fortaleza ética que se requieren para alcanzar plenitud individual y armonía social.

Por ello, el conocimiento de la historia resulta indispensable para despejar la incógnita sobre nuestros orígenes, para hincar raíces sólidas en la geografía de los afectos y para identificar las claves con las que se construye el destino colectivo en el que permaneceremos más allá de la muerte.

Desde ese punto de vista, conocer la historia no significa saber recitar nombres, hechos y fechas; significa, eso sí, estar en capacidad de "echar el cuento", de "contar la historia" sobre quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos siendo. Esto no es tarea fácil porque muchas veces la verdadera historia se manipula para favorecer intereses particulares. Por ejemplo, el sobredimensionamiento de Simón Bolívar ha servido para legitimar, desde Guzmán Blanco hasta nuestros días, las pretensiones autocráticas del caudillismo mesiánico.

A propósito del aniversario de la Batalla de Matasiete, podríamos comenzar nuestra narrativa corrigiendo la creencia según la cual el nombre se debe a que durante la batalla los patriotas arrojaron una piedra y mataron a siete de un golpe. Eso no es cierto, Francisco Esteban Gómez era un nortero de carne y hueso, no un invento fabuloso de los hermanos Grimm. El nombre de Matasiete existía antes de la batalla; mapas del siglo XVIII ya lo registraban.