22 Jul, 2014 | En reciente edición dominical del diario "El Nacional", aparecía un bien documentado reportaje sobre un grupo bancario francés que estaría asesorando al gobierno venezolano en diferentes aspectos del berenjenal económico en el que se han metido y, precisamente en esta oportunidad, se han reunido en una capital europea con el zar de nuestras finanzas para plantear en esas alturas del poderoso mundo financiero de los grandes capitales –inclusive el especulativo, el de los “fondos buitres” de la señora Cristina-. Decíamos, entonces, que "el gran capital privado" es llamado en auxilio del gobierno revolucionario que busca urgentemente un refinanciamiento o reciclaje de la deuda externa, que ya alcanza cifras preocupantes y en poco tiempo habría que cancelar una cuota algo pesada para nuestra debilitada y escasa disponibilidad de divisas, no obstante que el barril de petróleo se mantiene estable a un precio bastante solidario con los intereses de la revolución. Pero no es tan interesante operación –para nada socialista, por lo demás- lo que queremos destacar en esta oportunidad. Lo que ha llamado nuestra atención, y que nos parece apropiado para comenzar nuestro comentario, son unas declaraciones del señor Pigasse, uno de los personajes del poderoso grupo financiero francés –gente por supuesto de mucha plata, tanta que este mismo señor se permitió participar en la adquisición del diario "Le Monde"-. Y a propósito de esta operación ha declarado que a pesar de "la avalancha de información digital (…) la prensa no ha muerto y no hay ninguna fatalidad en el ocaso o el retroceso de la prensa. No hay fatalidad en que la prensa pierda dinero. Nunca un medio mató a otro (…) Y por esa razón creo que la prensa y los medios en general tienen un buen futuro". Aunque el señor Pigasse defiende la operación de compra de un periódico, quiero destacar lo que me interesa, la adquisición de un medio impreso y la defensa del material impreso ante lo que el señor Pigasse denomina "la avalancha digital": la necesidad de mantener la vigencia del material impreso para divulgación, conocimiento, saber, esparcimiento del alma, goce del espíritu. Pero "la avalancha digital" no solo es poderosa en sí misma sino que es, además necesaria, inevitable y útil. Muestra fehaciente son dos hechos que dependen el uno del otro. Por una parte, una extendida actividad editorial en versión digital de revistas, periódicos y libros que circulan simultáneamente en forma impresa y digital, o bien exclusivamente en esta última: No se puede dejar de valorar la aparición del primer lector digital específico para reproducir material originalmente impreso, el mítico Kindle de Amazon, así como también otros modelos que han venido apareciendo posteriormente como soporte de los diversos proyectos de enteras bibliotecas que han ido digitalizando sus fondos bibliográficos, mientras el mercado nutrido por las grandes multinacionales y las grandes inversiones del capital privado, se llena de nuevos productos de muy diversos nombres pero con fines parecidos como tabletas, smartphones y tantos otros lectores especializados.

Pero la mencionada "avalancha digital" no parece suficiente para hacer desaparecer el libro impreso, como bien lo demuestran Umberto Eco y Jean-Claude Carrière en la serie de entrevistas reunidas en el volumen "Nadie acabará con los libros", que por razones de espacio comentaremos en próxima oportunidad.