Porlamar
25 de abril de 2024





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Un sucrense llamado “Wayuú” ofrece aún cafecito colado a “cinco bolivitas”
Desde hace 15 años Braulio Urrieta recorre calles y avenida de Porlamar para distribuir el café a su clientela. Consciente de la actual situación ofrece aún el vaso pequeño a Bs 5. En la ciudad subsisten diversidad de negocios de calle: desde comida árabe, china y hasta hallacas.
Yanet Escalona

Foto: LUIGI PARAVANI

Recorre la ciudad con su producto. / Foto: LUIGI PARAVANI

18 Jul, 2014 | Braulio Urrieta no le teme al diario ejercicio de caminar 25 cuadras, “entre el subir y bajar” por la calle Marcano y avenida 4 de Mayo de Porlamar dentro de la ruta del café, a cuyos aromatizantes sorbos nadie se resiste. Por donde se desplaza le piden el “negrito” o el “con lechito”, a lo cual accede gustoso, porque es su forma de vida desde hace 15 años.

-La diferencia es que cuando empecé en esto el vasito de café lo vendía a un “bolivita” de los viejos. Ahora el café pequeño lo pongo a cinco de los nuevos. A pesar de todo, barato, para no perder la clientela.

Como muchos otros de sus colegas en el oficio se las ingenia para abastecerse tanto del café, como del azúcar y la leche. “Imagínese, el café de 23 bolívares, a veces hay que pagarlo entre 80 o 100, para no perder el trabajo, aun cuando se le gane menos. Todo está escaso y la gente se aprovecha; lo estafan a uno. Hay que estar buscando el lugar dónde comprarlo sin sobreprecio", dice.

A pesar de los sinsabores de una economía que no termina de comprender, dentro de sus numeritos domésticos, no pierde el entusiasmo. Con lluvia o sol encima hace sus recorridos, y si el calor aprieta, cuelga su pequeño paño al hombro para secarse el sudor.

Al llamado de los clientes entra a los negocios, les entrega el café y sigue rodando con su carro de supermercado, dentro del cual, además, agrega paquetes de galletas para completar la merienda de quien le provoque a esa hora de la tarde, o a media mañana resolver de este modo crujiente cualquier necesidad alimenticia, o de simple antojo.

A Urrieta, de 47 años, lo llaman “El Wayúu” porque se parece a un guajiro, pero en realidad sus raíces no son zulianas, sino de Sucre. Su lugar de nacimiento, Santa María de Cariaco, es población con vocación agrícola, localizada aproximadamente a 62 kilómetros de Cumaná.

De ese pueblo oriental emigró en 1989, con la esperanza de conseguir un buen empleo en Margarita. Junto a él, en la misma época, otra oleada de sucrenses se vieron atraídos por la bonanza de una Isla radiante, que se activaba al ritmo de un sector construcción pujante, de grandes edificios, los cuales fueron “sembrándose” en toda el área costera de  Guaraguao, Bella Vista (Porlamar) y de La Caranta, en Pampatar.

-Realmente mi verdadera profesión es de “chef” de cocina, porque trabajé 21 años de cocinero, pero cuando llegué a Margarita me dije “Qué va, estos restaurantes de aquí no son para mí”, y comencé con un termo a vender café.

Con una sonrisa asegura que su secreto es que lo prepara colado. No cree en la ventaja de las cafeteras eléctricas. “La gente nota la diferencia, y por eso es que soy tan popular".

Comida ambulante

La capacidad de asombro se pierde a mil leguas en la ciudad marinera. Porlamar es

Foto: LUIGI PARAVANI

Oferta asiática. / Foto: LUIGI PARAVANI

epicentro de múltiples negocios de comida ambulante que “pica y se extiende” entre ventas de empanadas, hallacas, cachapas y arepas tradicionales con variopinto relleno, hasta la comida “rápida” de hamburguesas, tequeños y perro calientes.

A ello se agrega oferta “internacional” con shawarmas -comida rápida típica de Medio Oriente- y los combos asiáticos, con lumpias y arroz chino. Todos subsisten.

En la cercanía de la plaza Bolívar de Porlamar también Mariana Rojas monta su cava para la venta de hallacas, las cuales vende acompañadas de pan y ensalada, a razón de Bs 50 cada una.

“Me inicié en esto hace 35 años, solamente para ofrecerlas en Navidad, pero conforme pasa el tiempo la gente las come todo el año”, dijo, mientras se acomoda unas gafas de sol para la foto.

Foto: LUIGI PARAVANI

Pasteles tradicionales navideños. / Foto: LUIGI PARAVANI

A objeto de colaborar con la limpieza coloca hacia un lado una caja de cartón, en donde van cayendo las hojas de las hallacas, y los platos desechables, en la medida en que los clientes las van comiendo, sentados en los bancos de concreto.

“Las preparo mixta (con cochino y carne de res), o solo de cochino”, agrega esta cumanesa.

Para garantizar que cumple con las normas sanitarias y de la nutrición, muestra un diploma que le otorgaron tras participar en un curso de Gestión Social en Nutrición, del INN, coordinado por la Dirección de Investigación y Estudios Avanzados de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV).

-Mis hallacas no tienen adobos químicos, ni grasas saturadas. Les puedo asegurar que quienes las han comido, nunca se han enfermado...




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