Porlamar
24 de abril de 2024





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Desde la mesa de la esquina
Cuando las vicisitudes de la vida nos impiden hacer más y ya ni siquiera pudiéramos acercarnos, solo nos abandonamos en la misericordia de Dios quien sabe el porqué de las cosas.
Crisanto Gregorio León / crissantogleon@gmail.com

24 Abr, 2014 | Estaba sentado en la mesa de un café y vi entrar a un hombre compungido, triste, preocupado o tal vez contrariado. El hombre silentemente se sentó justo al lado contrario en la mesa de la esquina.

Conocía a aquel hombre, de facciones mediterráneas. Me inmutó verle entrar sin siquiera saludarme, como quien está pero quiere hacerse invisible, porque debe estar pero quisiera estar en otro lugar.

Le envié un mensaje de texto: hermano, ¿qué tienes?, ¿por qué ni siquiera saludas?
Entonces, él levantó su brazo derecho y me saludó con una sonrisa triste, como quien lleva una pena.

Le dejé quieto por un rato, pero inevitablemente tuve que acercármele y preguntarle la razón de su desánimo y ese mi amigo un hombre grande, fuerte, se apreciaba quebrado. Se trataba de su hijo amado, estaba padeciendo molestias angustiantes por sus necesidades especiales.

Me refirió que a veces las personas al tener un hijo con algún padecimiento, consideraban esa circunstancia como una maldición y para él, su hijo amado es su bendición. No fue para mí ninguna sorpresa escucharle decir tal manifestación de amor. Este hombre respetuoso, de altos valores morales y gran entereza espiritual es un padre comprometido, guardián de su casta y descendencia, protector indeclinable de su aquejado hijo.

Tener un hijo enfermo, saber cuánto sufre, sentirse muchas veces impotente para ayudarle a pesar de los múltiples esfuerzos y no obstante seguir allí, acariciando la esperanza de la magia del amor y la bondad del creador son compromisos connaturales
al acto de la procreación, que cuando se asumen desde el corazón y no desde la obligación, nos llenan, nos hacen sacudir a diario e inevitablemente recorremos
emociones desde la sima a la cima y viceversa. "Pero están vivos".

Cuando las vicisitudes de la vida nos impiden hacer más y ya ni siquiera pudiéramos acercarnos, solo nos abandonamos en la misericordia de Dios quien sabe el porqué de las cosas.

Sin embargo, cuando nos asiste la posibilidad de abrazarles a cada instante y que sientan el calor del amor filial, les transmitimos la fortaleza de nuestras emociones por saberlos percibiendo con todos sus sentidos y que la vida es esperanza.




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