19 Abr, 2014 | ¿Deberá ser cubierta por el mismo concepto la insurgencia juvenil, sean o no estudiantes quienes en ella participan? Pudiera ser. Hay jóvenes de clase obrera o campesina, artistas y artesanos que, con elevado nivel de conciencia ideológica, asumen posturas incluso mucho más de avanzada que las expuestas por sus congéneres de universidades y liceos. En el mayo francés de 1968, como en los campus universitarios californianos y de la costa este de los Estados Unidos, en las décadas de los 70 y 80 del siglo XX, se vieron escenas de solidaridad entre el raso o humilde pueblo con los estudiantes insurrectos.

El encrespamiento de las pasiones de quienes irrumpen contra un orden considerado viciado, esclerótico y falto de visión hacia el futuro, es natural, inherente a la juventud.

Sin que por ello no haya gente otoñal o ya viejos que igual se alzan con ardor irreverente contra tabúes, mitos y pétreas instituciones acaso mucho más que los propios jóvenes. Da Vinci o Rembrandt, Picasso o Einstein, Zola o García Márquez, por darles estos ejemplos y en sus respectivos faenares fueron haciéndose más contestatarios y críticos, por ende revolucionarios, a medida que el calendario les daba más años. "Revolución, -decía Octavio Paz- es una palabra que contiene la idea del tiempo cíclico, la de regulación y repetición de los cambios". Pero, -agrega- "a acepción moderna no designa la vuelta eterna, el movimiento circular de los mundos y los astros, sino el cambio brusco y definitivo en la dirección de los asuntos públicos". Es en este sentido que debemos intentar la comprensión del fenómeno de insurgencia juvenil. No sólo aquí en Venezuela, sino en otros países de América, y desde luego, en Europa. Allí, en España, en la ciudad de Valencia, viene de producirse una explosión de rebeldía juvenil. Dice la "Declaración de Valencia", del grupo de teatro "Escena Erasmo" que "Hay motivos para el pesimismo y la desilusión". "Hay razones para la tristeza o para huir, porque muchas cosas están ocurriendo en el subsuelo de Europa". Los "Estudiantes Erasmus" son procedentes de Finlandia, Alemania, Francia, Italia, España, Rumania, Polonia, Grecia, Inglaterra, Lituania, Luxemburgo, Letonia, Irlanda, Dinamarca, Rusia, Turquía y Austria han leído y dramatizado la declaración en Universidad de Valencia (España). Parafraseando al Hamlet de Shakespeare han exclamado: "El olor tiene protagonistas. Se diría que huele Europa a la brecha creciente entre ricos y pobres; también se diría que huele a la saliva de la xenofobia. Algo se está pudriendo porque cada vez va recalentándose la Tierra, hay más deshielo, los bosques son cada vez más ridículos, y se reduce el número de pájaros y lenguas. Algo huele a podrido en las fronteras y en las vallas metálicas". Al final de la declaración, los jóvenes Erasmus dicen: "Arreglad la crisis institucional y la crisis económica". Se dirigen a gobernantes y financieros:

"No nos preocupa que hayáis perdido la visión de futuro", pero "arreglad las instituciones y la economía, si no queréis que en el futuro se maldiga vuestra memoria". Es seguro que esta declaración no dejará de tener consecuencias sociales y políticas muy pronto en Europa, y fuera de ella.