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Eliminemos el cinismo
En una más que lamentable ocasión, el presidente Hugo Chávez elogió públicamente las actitudes violentas y antiuniversitarias de uno de los líderes de los agresores, presentándolo incluso como un héroe de la revolución.
Luis Fuenmayor Toro | lft3003@yahoo.com

15 Abr, 2014 | Unas simples observaciones, que pueden molestar a algunos, pero que son necesarias para que la gente reflexione y podamos partir de un nuevo inicio, sin cinismos, sin manipulaciones, sin eufemismos, sin mentiras ni ocultamiento de verdades. Un periodista de prestigio en un diario de amplia circulación dijo, en artículo reciente, que nunca, ni siquiera en las peores épocas políticas en toda América Latina, se había producido la quema de una universidad, como la ocurrida con la Unefa en el estado Táchira. Como buen partidario del gobierno, le dolía el hecho y condenaba que las autoridades de la UCV no se hubieran pronunciado al respecto, a pesar de estar muy activas políticamente en las últimas semanas en sus denuncias contra el Gobierno.

Es válido exigir que las autoridades ucevistas se pronuncien sobre tan siniestro hecho.

Sin embargo, yo le pediría al colega, no por periodista sino por profesor universitario, que él también se pronuncie y el gobierno lo haga y actúe en relación a los múltiples destrozos efectuados por grupos armados oficialistas en la UCV y la Ciudad Universitaria de Caracas, donde en más de 70 ocasiones, todas denunciadas con pruebas sin ningún resultado, han sido destruidas obras de arte, incendiadas oficinas enteras y unidades autobuseras, asfixiados miembros de la comunidad universitaria con bombas lacrimógenas lanzadas por gente que no debería tener acceso a las mismas, agredidas y ofendidas las autoridades universitarias y golpeados impunemente dirigentes estudiantiles y profesorales.

En una más que lamentable ocasión, el presidente Hugo Chávez elogió públicamente las actitudes violentas y antiuniversitarias de uno de los líderes de los agresores, presentándolo incluso como un héroe de la revolución. Pobre proceso aquel que descansa en la destrucción de las casas de estudio más importantes del país. Hubiera sido muy bueno y aleccionador que gente de prestigio, amiga del gobierno, periodistas y escritores prominentes, se hubieran pronunciado entonces condenando el hecho. Quizás hubieran contribuido a evitar las degeneraciones que ocurren actualmente. Haberlas permitido, así como las efectuadas por la oposición más conservadora, nos ha ido llevando a una situación difícil de no regreso.

El gobierno, sus amigos y simpatizantes no pueden seguir hablando de la violencia de las guarimbas y las barricadas, mientras guardan un silencio cómplice ante las acciones violentas de los colectivos armados: asesinatos, violaciones de edificios residenciales y de apartamentos, quema de vehículos de particulares, agresiones de todo tipo contra la gente y sus viviendas, que son siempre acompañadas por las fuerzas de seguridad del Estado, que parecen dejar el trabajo más sucio en manos de estos grupos delincuenciales. Por su parte, la dirigencia opositora no puede ver solo la violencia gubernamental y soslayar la que se genera desde sus barricadas. Esas actitudes nos están llevando al borde de una guerra civil.




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