El Maguey / Foto: TANYA MILLAN

1 ago, 2013 | Adentrarse en Macanao es conectarse con los orígenes del carácter margariteño.

Por eso, cualquier excusa y momentos son ideales para conocer esta tierra e, incluso, reencontrarse con ella pues siempre tiene algo nuevo para mostrar a aquellos que tienen paciencia para mirar. Esta península era originalmente otra isla que quedó unida al extremo oriental luego de la formación natural del istmo de La Restinga.

Desde 1963 ambos lados están unidos, además, por un puente que se eleva sobre la laguna.

Su superficie de poco más de 330 kilómetros cuadrados, refugio de parte de la fauna más vistosa de la isla, y con suerte, algún ejemplar de cotorra margariteña se dejará ver durante el recorrido. Una carretera principal bordea la península, por lo que se puede hacer el trayecto en dos direcciones.

El punto de partida es el crucero de Macanao.

Allí se encuentra un parador turístico en el que se pueden disfrutar las tradicionales cocadas y comenzar el periplo con energía. Es recomendable comenzar la ruta por Boca del Río, la población más grande y capital del municipio Península de Macanao.

Allí se puede visitar el museo marino y comprar pescado prácticamente a orilla de playa, temprano en las mañanas.

Luego proseguir la carretera y recorrer los pueblos pequeños y pintorescos: Guayacancito, El Horcón, El Manglillo y Robledal. Punta Arenas es la playa más famosa de esta península y cuenta con todos los servicios.

A quienes prefieren más soledad La Pared es una mejor opción.

Es cuestión de lanzarse a la aventura.